damon.

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BRIELLE MONROE

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BRIELLE MONROE.

Nunca pensé que podía disfrutar tanto vivir con alguien como lo hacía con Nash. ¡Mejor aún era hacerlo en Francia!

Él y yo éramos muy opuestos en muchas cosas respecto a nuestras costumbres. Por ejemplo, Nash se levantaba a las ocho de la mañana para hacer ejercicio, yo despertaba a las una para recién desayunar. Él se duchaba con el agua congelada, yo necesitaba quemarme. Él sabía cocinar, pero yo no. Sin embargo y aún así, funcionábamos de la mejor manera posible, y creamos una rutina que se adaptara a ambos.

Todos los días despertábamos a las diez de la mañana, él preparaba nuestros desayunos mientras yo ordenaba nuestra habitación, hacíamos ejercicio en el gimnasio de nuestra casa y nos duchábamos con agua tibia, luego él cocinaba mientras me enseñaba y finalmente cada uno se iba a hacer lo suyo.

En ese momento Nash estaba teniendo contacto con un entrenador de básquetbol profesional, mientras que yo preparaba un portafolio para acudir a mi primera audición en una empresa de modelos.

Nos manteníamos ocupados y no nos veíamos hasta la noche, donde veíamos una película, salíamos a cenar o hacíamos alguna otra cosa que nos divirtiera.

Cabe destacar que diariamente teníamos que lidiar con Jesse, Nai y Ryan, que eran nuestros vecinos aunque parecía que vivían con nosotros.

Así nos encontrábamos una mañana de sábado bastante calurosa, donde hicimos una improvisada fiesta en la piscina antes de empezar con el día.

Después de darme un chapuzón, el frío se apoderó inmediatamente de mí, así que me salí del agua y me recosté en una hamaca al sol, cubriéndome con una gruesa toalla hasta la cabeza. Los chicos seguían en la piscina. Jesse corría de Ryan, que intentaba vengarse por el hecho de que el castaño había estado ahogando a Nailea, quien tosía en la orilla. Nash los miraba con una mueca y de brazos cruzados en una esquina.

Decidí relajarme, así que cerré los ojos. Sin embargo, no duré mucho, pues sentí un par de gotas salpicando mi cuerpo.

Abrí los ojos y vi a mi novio tapando el sol, agitándose el cabello sobre mí. Se inclinó, apoyando las manos a cada lado de mi cabeza para darme un beso.

—Ven al agua, rubia —dijo, y no era una petición, tenía el tono de una orden.

—Anda solo —contesté—. Tengo frío.

—Listo —dijo, incorporándose un poco. Me agarró de los muslos y me subió a uno de sus hombros, por lo que terminé de cabeza. Ni siquiera alcancé a protestar cuando ya estaba volando y cayendo con fuerza en el agua.

Emergí de inmediato, acomodándome el cabello mojado tras la espalda. Nash se había lanzado detrás de mí y estaba a mi lado. El agua que me llegaba al cuello, a él le llegaba más abajo del pecho.

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