Hay una estrella en el cielo que te guiará hasta tu alma gemela.
Siempre notarás su brillo, pero solo avanzará hasta que ambos estén listos para conocerse.
Pero... ¿Y si en el cielo no es capaz de ver algún brillo distintivo? Tal vez esa estrella ni...
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Estaba molesto y decepcionado a la vez, aunque su rostro delataba la tristeza que se apoderaba de él en ese momento. Era honesto con él mismo y estaba seguro de que tenía que pasar de esa manera, después de todo ¿Por qué Sanemi se quedaría a su lado cuando no tenia absolutamente nada que ofrecerle? Era absurdo.
Cuando despertó y no lo vio a su lado estúpidamente buscó por toda la habitación esperando encontrarlo y que fuera una broma de su parte, y no le importó si quiera esperarlo dos horas más por si decidía volver, pero jamás pasó.
Cuando tomó fuerzas y salió de la habitación se encontró con la sorpresa de que el albino habia dejado pagado un taxi para él y pudiera llegar a su casa, aun que mandó a la mierda aquella cortesía y volvió por su cuenta, caminando, porque no encontraba su maldita cartera; Y lo único bueno de su día era haber llegado después de al menos dos horas y que sus amigos no se encontraran ahí, porque no toleraría sus posibles preguntas si lo encontraban en aquel estado que consideraba deplorable.
Y ahora, estaba sobre su cama, abrazando una almohada sin saber que hacer exactamente.
Intentaba convencerse de que era confusión pues no había manera de que se hubiera enamorado de él después de todos los malos tratos que recibió por su parte, porque sí, quería culparlo por todo y encontrar un motivo que lo hiciera odiarlo para poder aceptar que aquello fue una idiotez desde el principio, pero por su cabeza solo pasaban esos últimos tres dias que pasó a su lado haciéndolo sentir aún peor.
— Soy un idiota — Se levantó de la cama después de un par de horas tomando algo de dinero para salir y comprar comida, creyendo que con eso se sentiría mejor o al menos se calmarían sus ansias de comer; No tenía muchos lugares cercanos donde le apeteciera comer así que caminó entre callejones hasta llegar a un barrio donde a su parecer había muchas opciones de comida y aun que la zona no era precisamente bonita o segura, los sabores valían la pena el riesgo.
Tomó asiento en el local al aire libre que encontró más vacío, odiaba estar dentro ya que en esos sitios por lo general había más gente y lo único que quería en ese momento era pasar tiempo a solas lejos de todos los problemas que conllevaba estar en una zona donde principalmente iba gente a embriagarse.
Pidió un plato de teriyaki que en cuanto le fue servido comenzó a comerlo con rapidez y sin darse tiempo si quiera de masticar correctamente, era un horrible habito que tenía cuando se sentía mal pero no tenia mucho que hacer en ese momento.
Cuando pidió el segundo plato que corría con la misma suerte que el primero escuchó alboroto a su alrededor intentando ignorarlo al ser algo que no le incumbía aun que hubiera preferido verlo antes para irse a tiempo y evitar todo el caos que causo esa distracción horas después.
Alguien chocó contra su mesa, moviéndola lo suficiente para que la soda que se encontraba sobre esta cayera sobre él empapando parte de su ropa y no solo eso, su comida también cayó del plato hasta él piso cuando la misma persona volvió a chocar esta vez contra él, cosa que lo hizo enfurecer. Se levantó con rapidez dispuesto a confrontar al imbécil que provocó todo ese desastre, pero se detuvo al instante cuando vio que el individuo tenía un problema aún más grande.
