Hay una estrella en el cielo que te guiará hasta tu alma gemela.
Siempre notarás su brillo, pero solo avanzará hasta que ambos estén listos para conocerse.
Pero... ¿Y si en el cielo no es capaz de ver algún brillo distintivo? Tal vez esa estrella ni...
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Abrió los ojos con pesadez, había escuchado una fastidiosa alarma sonar casi a su costado y aun que apenas llevaba de ese modo un par de segundos ya la odiaba; Intentó estirarse para callar cual fuera el artefacto que producía ese horrible sonido pero apenas alcanzó a mover uno de sus brazos para iniciar la búsqueda cuando sintió como todo su cuerpo era apresado entre los brazos de alguien más, causando una cercanía tan repentina que le obligó a abrir los ojos por completo, despejando en un corto lapso de tiempo su sueño.
No pudo evitar sonrojarse al verse recargado contra el pecho del mayor, quien aún mantenía los ojos entrecerrados, sujetando entre su mano su celular que era el causante de acabar con su placido sueño para apagarlo y sin importarle que este sufriera algún daño, lo lanzó lejos.
Era aprisionado entre el cuerpo contrario con poco de fuerza a la vez, como si Sanemi tuviera miedo de que se marchara a medianoche después de lo que había sucedido. Antes de dormir él mismo tenía ese miedo, ya había sucedido una vez, y sabía que le sería imposible reponerse de un nuevo abandono por parte de Sanemi, sin embargo, confió en su promesa de no volver a dejarlo y ahora estaba ahí, sonriendo como un idiota solo porque el de ojos ciruela besó su frente antes de volverse a acurrucar a su lado, buscando de nuevo una posición cómoda para dormir.
Cerró los ojos esperando recuperar rápidamente el sueño tan solo para conservar aquella cálida cercanía en la que deseaba despertar el resto de sus dias, sin embargo y de manera repentina, la culpa llegó a él sin darle escapatoria.
Sabía a la perfección que lo que iba a provocar estaba mal, estuvo consiente desde que besó a Sanemi la noche anterior que quien terminaría sufriendo por sus sentimientos y el engaño seria Giyuu. Se odiaba, porque alguien tan bueno como él no merecía lo que ahora le estaba haciendo y justo hasta ese momento sintió la responsabilidad de sus actos devolverlo con fuerza a la realidad para torturarlo.
No sabía ni siquiera como iba a ser capaz de ponerse frente a Giyuu, explicarle todo y pedirle perdón porque a pesar de haber hecho todo bien desde el inicio, tantos detalles, atenciones, muestras de afecto entre millones de caricias que podría recordar, aun así, nada había sido suficiente para sacar a Sanemi de su cabeza y permitirse tener una vida calma junto a él.
— ¿Te arrepientes? — Fue lo único que se le ocurrió preguntar después de verlo despierto, con la mirada perdida en cualquier sitio apenas un par de minutos, lo cual no sería tan alarmante si el de puntas azuladas no tuviera un semblante tan serio como si se estuviera cuestionando cada uno de sus actos hasta ese momento.
— ¿De no haber aceptado tus disculpas antes e irme con alguien más?, si, bastante — Suspiró odiándose por todos y cada uno de los errores que había cometido en el pasado, que, si bien no todo era su culpa, aun así, haber pensado todo mejor desde el inicio le hubiera impedido tomar ciertas decisiones que ahora le comerían la conciencia — Solo...necesito hablar con Giyuu.
