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—¿Por qué tenemos que usar corbatas?

Refunfuñó al rendirse con la estúpida corbata, dibujando un puchero cuando las venosas manos de su pareja vinieron al rescate, anudando la dichosa cinta alrededor de su cuello, con dedicación.

El tiempo desaceleró. O las acciones de ambos se vieron ralentizadas. De cualquier forma era agradable.

 —Código de vestimenta —contestó tenuemente, Aki, quién termina con la corbata.

—¡Todos usan la chaqueta como les da la gana! —escupe Ángel, cuando las manos descendieron para abotonar su chaqueta.

—Tú no eres todos.

Las conversaciones sinsentido comenzaban a tornarse cotidianas, gracias a que ahora compartían un departamento cercano a la sede de seguridad publicada de cazadores demonios en Tokyo, lo suficientemente espaciosa para dos personas.

Cajas de mudanza seguían amontonadas en los rincones, ninguna cosa tenía un lugar específico, sólo el colchón pegado a la pared de vidrio, que había comprado para compartir sus noches, en la habitación que ahora era de los dos.

Cuatro paredes que presenciarían de primera mano, cómo evoluciona su amor.

Al terminar de acomodar la ropa, acarició los mechones castaños, fallando en el intento de apaciguar los rebeldes hilos de cobres. Descubrió que era desastroso por naturaleza, y que seguiría así mientras lo mantuviera largo, cosa que le encantaba.

Adorable. 

Sonrió enternecido por la adorable imagen de su pareja, restregando su puñito contra sus párpados lánguidos por el sueño, bostezando, viéndose más chiquito en la ropa formal que le quedaba holgada.

—Te ves bonito.

Halagos inesperados se hacían más usuales, aunque el menor aun no llegaba acostumbrarse. Le gustaba que Aki le mostrará ese lado, más sentimental y menos melancólico.

Un lado que la mayoría desconocía, todos lo etiquetaban como alguien tan amargado como un limón, sin saber en realidad que era un cariñoso selectivo.

—¿Desdé cuándo eres tímido? —pregunta el mayor, con el coletero en la boca mientras acomoda su cabello.  

—¿Desdé cuándo te parezco bonito, y no un estorbo para el trabajo? —contraataca Ángel, observando descaradamente como los bíceps de su novio se marcan, al flexionar sus brazos, atando su cabello.

—¿Quién dijo que no me molesta, que sientes tu hermoso culo en una banca todo el maldito día, y me dejes el trabajo sucio? 

Sus palabras fueron masculladas, mas sin embargo estira su mano para acariciar los sonrojados pómulos del castaño, quien restriega la mejilla contra su tibia mano, ronroneando como un gatito satisfecho, necesitado de sus caricias. Humedece sus labios cuando los siente repentinamente secos, tragando saliva al desear unirlos con los rosados belfos del menor, inevitablemente, inclinándose para tomar con su boca lo que tanto deseaba.

En esa semana viviendo juntos había descubierto que les era imposible mantener sus labios alejados, besarse se convirtió en algo tan sustancial y adictivo como una buena droga.

Suspiraron.

Ángel atrapa entre sus manos la chaqueta de su novio, colocándose de puntillas para profundizar más el beso. Gimoteando, adentrando su traviesa lengua en la cavidad del otro, controlando sus manos para que no se movieran con desespero.

𝐋𝐨𝐯𝐞 𝐌𝐞 𝐇𝐚𝐫𝐝𝐞𝐫 - ᴬᵏⁱᵃⁿᵍᵉˡ • ᶜʰᵃⁱⁿˢᵃʷ ᴹᵃⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora