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El inconfundible silbido de una espada cercenando en el aire captó irremediablemente su atención, lastimosamente su trabajo no podía presumir las mismas atenciones. Ángel prefería permanecer sentadito, recostado contra el contenedor de basura, y usar su energía y valioso tiempo, en observar al hombre combatir el demonio.

Una asquerosa estela de cálida sangre se alzó, cuando una filosa espada se incrustó certeramente en una vena principal del demonio, salpicando al hombre de cabello azabaches y las paredes del estrecho callejón, extinguiendo la vida en los enormes y horribles ojos, obnubilados de muerte.

Aki respiró hondo, su pecho subiendo y bajando erráticamente, la adrenalina recorre vertiginosamente sus venas. Su ropa estaba un poco húmeda, y mechones negros se pegaron a su frente, la cuel seco con el antebrazo. La mirada olivácea languideció unos segundos, antes de buscar y encontrar la perezosa mirada rojiza.

-¡Por el amor a Dios! Deberías haberme ayudado -mordió.

Ciertamente palabras desperdiciadas, todos sabían con certeza que Ángel nunca movería un músculo por deseo propio.

Las únicas peticiones relacionadas con el trabajó que cumplía sin rechistar, eran las de Makima. Tan atemorizante, que era imposible negarse o resistirse a su compulsión.

Sin embargo, en su defensa tenía que decir que últimamente ha estado trabajando con más frecuencia, y con increíble voluntad propia. Es justificado que ahora este más perezoso de lo normal.

-Tenía cosas mejores que hacer -Ángel se encogió de hombros, con diversión al ver la mueca desdeñosa del otro.

-¿Cómo cuáles?

Ángel alzó los hombros, colocando una expresión pensativa, aunque la respuesta estuviera en la punta de su lengua. Le gustaba observarlo, mirarlo durante unos minutos, horas, desde un lugar fresco y cómodo. Es uno de sus pasatiempos favoritos.

Aprendió cada uno de sus gestos, desarrolló una habilidad única para leerlo como un libro abierto, sabía cuando algo le fastidiaba, o alegraba, aunque su rostro no traicionara ningún sentimiento.

Le gustaba ser el único que comprendía las miradas ilegibles del azabache.

-Hacer nada -mintió, usando un tono de obviedad para un efecto de más credibilidad.

-Estoy considerando matarte -escupió Aki, en un desafortunado intento de intimidarlo.

Una sonrisa lenta y burlona se dibujó en los labios de Ángel.

-No voy a responder a esa provocación -dijo ladeando la cabeza, sus desastrosos mechones rojizos entrometiéndose en su cara y a los lados -, no te gustara la respuesta.

-Ángel... -resopló y se acercó, furioso y exasperado, le desagradan los chistes de que su ángel preferiría morirse antes de trabajar.

Le hacían hervir la sangre,precisamente porque esos chistes venían acompañados de un toqué amargo de verdad, para nadie era un secreto que ese pequeño hombre deseaba morirse cada que hacía trabajos forzados.

Las pocas veces que trabajaba eran inusuales. Vacas y cerdos aprenderían a volar, antes de que el menor se convirtiera en un empleado ejemplar.

-¿Por qué demonios eres tan flojo, ángel? -su tono no era desaprobador, sino amoroso, sobrecargado de cariño.

Ahora que estaban juntos, le era imposible enojarse más de unos minutos por la pereza insalubre de Ángel.

-¿Fui atacado por un demonio de la pereza?

𝐋𝐨𝐯𝐞 𝐌𝐞 𝐇𝐚𝐫𝐝𝐞𝐫 - ᴬᵏⁱᵃⁿᵍᵉˡ • ᶜʰᵃⁱⁿˢᵃʷ ᴹᵃⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora