⋆⁺˖⸙̭❛◌*̥₊AMORTÓMETRO - WOLFINGTON

001

Indirectas

Cierta gobernadora anaranjada finalizaba de firmar varios papeles en su oficina. Había pasado un año y seis meses desde lo que había ocurrido con Mermelada y aún seguía firmando y firmando hojas acerca del caso.

La ciudad se había recuperado muy rápidamente, aunque fue todo un dolor de cabeza para Diane.

Miró el reloj. Faltaban diez minutos exactos para su almuerzo. "Respira, Diane" se dijo a sí misma. Su vista volvió a enfocarse en las pequeñas letras negras de aquel papel. Ya no sabía si era ella pero comenzaba a creer que cada vez se achicaban más y más.

Una de sus orejas se movió cuando sintió vibrar su móvil. Su mirada se posó en éste. Era su nuevo compañero, su mejor amigo. Sonrió y por un momento olvidó todo su abrumador trabajo.

Tomo el artículo entre sus patas y atendió, animada.

—¿Interrumpo algo, señora gobernadora?—La voz masculina del famoso ex tipo malo se escuchó al otro lado de la línea.

—Solo un aburrido papeleo, Señor Lobo.—Respondió ella, juguetona.—¿A qué se debe su llamada?

—¿Cuáles son tus flores favoritas?

—¿No responderás mi pregunta?

—¿Tú no responderás la mía?

Rodó sus ojos color esmeralda divertida. No era un secreto que le gustaba demasiado aquel lobo tonto.

—No soy una chica de flores.—Comenzó a jugar con su bolígrafo, sonriendo.

—Que complicada eres, Zorrento.—Una risa se oyó.

—¿Estás diciendo que te gustan las chicas complicadas?—Alzó una ceja, aunque escuchó un ruido de bocina de fondo y abrió bien sus ojos.—¡Lobo! ¿Estás conduciendo y hablando por teléfono?—Frunció su ceño. 

—¡Solo era una llamada de tres minutos! ¿Qué te gusta entonces?—Preguntó rápidamente, ahora se lo podía escuchar algo nervioso.

—Me gustan los cactus pequeños.—Dijo.

—¿Y eso se debe a algo personal o. . .?—El lobo intentó entender.

Ideó bien su respuesta antes de contestar y con una sonrisa, la zorra habló.

—Porque es otra demostración de que no todo es lo que parece. Puede verse malo y puntiagudo, pero a veces incluso puede nacer una flor de éste, ¿Entiendes?—Esperaba que entendiera la indirecta.

Hubo un momento de silencio entre ambos, hasta que el contrario respondió.

—Supongamos que entendí, nos vemos en la noche. —Rió nervioso.

—Hasta la noche entonces, ¡Y deja de usar el celular al conducir!—Exclamó la gobernadora cuando por fin cortó la llamada.

Dejó su móvil en el escritorio y se mordió el labio inferior.

—Eres un idiota, Lobo, un idiota que me gusta.—Susurró y tomó nuevamente su bolígrafo, continuando con su trabajo.