Capítulo Uno: Secretos desvelados, portales atravesados.

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—Esta canción me representa tanto, Mister Whiskers, yo también soy una hopeless romantic. —Suspiraba melancólica mientras escuchaba esa popular canción que sonaba en todas partes, "Cupid" del grupo Fifty Fifty.

—Mierda, ya me he puesto sensible otra vez, voy a ver una película romántica para sentirme aún más sola y llorar hasta que me quede dormida. —Hablaba con su única compañía, su gato, Mister Whiskers. —¿Qué? No me mires así, tampoco es como si tuviera otra cosa mejor que hacer. —Se justificó lanzándole la última pieza de sushi que le quedaba en la bandeja.

Cogió la cajetilla de cigarrillos que tenía sobre la pequeña mesa de cristal en el centro del salón, mientras dejaba uno de ellos entre sus labios y lo encendía con un mechero, usaba la mano que tenía libre para configurar la televisión en busca de la película que había dicho.

Un fuerte estruendo hizo que el gato siamés se escabullera hacia su habitación, escondiéndose bajo la cama, antes de siquiera poder acercarse al nigiri que su dueña le había lanzado.

Alguien había entrado por la cristalera, haciendo que esta se rompiera en pedazos.

Esa misma persona había aterrizado sobre la pequeña mesa del salón.

Los cristales del mueble y de la ventana estaban esparcidos por toda la habitación, llegando a la cocina, que estaba conectada a la sala de estar.

—¡Hola, Spiderman! —Le saludó Flora como si nada, era la primera vez que veía al héroe de la ciudad tan cerca. —Agradezco que vengas con tanta rapidez, pero lo de llorar toda la noche era broma. No hacía falta que rompieras mi ventana, estoy bien. —Intentó no sonar enfadada, claramente lo estaba, había destrozado su casa.

—Sí, lo siento mucho por eso, Señorita Flora. La telaraña se rompió. —Se disculpó mientras intentaba levantarse, sonaba realmente arrepentido.

—No te preocupes, ¿estás bien? ¿Te has hecho daño con algún cristal? —Eliminó cualquier tipo de rencor de su mente y le ayudó a reincorporarse.

—¿Y cómo sabes mi nombre? No soy tan famosa, o eso creo. —Preguntó algo confusa, al recordar cómo le había llamado.

Miles de quedó cabizbajo, apretando sus puños con firmeza.

Acababa de intentar contarle todo a sus padres, fallando por completo.

Necesitaba desahogarse con alguien, soltar toda la rabia, frustración y agobio que sentía.
Y por fin dejar de mentir por lo menos con una persona más.

¿Podría conseguirlo con ella?

Llenó sus pulmones con todo el aire que pudo, cerró sus ojos y se quitó la máscara con lentitud.

—¿Miles? —Escuchó la voz sorprendida y confusa de su maestra.

No se atrevía a abrir los ojos, pero sí la boca.

Una vez que el muchacho empezó a hablar no podía parar.

Contándole con detalle absolutamente todo.

Desde la araña que le transformó en lo que es ahora, pasando por lo que ocurrió con su tío, el programa de física en la Universidad de Princeton, el bicho raro deforme con manchas que le perseguía y terminando con el enfado de sus padres hace escasos minutos cuando llegó tarde a la celebración de ascenso de su padre.

—Ahora es cuando te digo que son cincuenta dólares la sesión. —Rió ella, aún algo nerviosa y sin saber exactamente lo que tenía que decir después de todo eso. —Lo siento, te has desahogado conmigo y lo primero que se me ocurre es hacer un chiste malísimo, perdona, soy una persona horrible. —Intentó solucionarlo lo antes posible.

Sweet Love | Miguel O'HaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora