Pov Dalila.
Inglaterra, Reino Unido.
Tic tac, tic tac.
Solté un suspiro cruzando mis piernas.
Tic tac, tic tac.
Miré al hombre a mi lado riendo a carcajadas con un habano en los labios.
Tic tac, tic tac.
Miré el reloj por duodécima vez en la noche con ganas de huir.
Bajé la vista a mis uñas, golpeando el tacón de aguja contra el suelo de mármol refinado, mi mente comenzó a divagar entre el suelo fino.
Golpes, sollozos, gritos.
Mi madre tirada en el suelo, arrastrándose en el suelo, gritandome que huyera.
Tic tac, tic tac...
Odio, falsedad, mentiras.
Papá diciendo que era mi peor pesadilla con sus ojos llenos de odio.
Tic tac, tic tac...
Yo corriendo a mi habitación olvidando todo.
— Ella no da problemas.— Escuché una voz.—¿Cierto, cariño?
Sacudí mi cabeza sintiendo ese característico escalofrío, esboce una sonrisa viendo sus ojos.
— Por supuesto, ¿por qué darle problemas a este maravilloso hombre?— Repliqué viendo a los presentes.
— Vaya suerte tienes, Alessandro.— Habló un hombre viéndome con mirada lasciva.
— Lo sé, nada mejor que una puta a disposición.— Respondió mi acompañante.
Las risas de los hombres en aquella mesa no faltaron, suspiré borrando mi sonrisa.
La mano de Alessandro tocó mi espalda para subir y dejarla en la curva de mi hombro y cuello, me dió un apretón.
Me erguí tragando grueso.
— Sonríe.— Ordenó.
No me quedó más opción que obedecerle y sonreír ante los presentes.
La noche transcurrió en lo mismo, olor a cigarro, comentarios machistas y toqueteos de Alessandro para exhibirse con sus amigos, pero así era esto y tenía que seguir con esta triste vida.
Alessandro Russo era mi esposo, si es que acaso podía tener ese título.
Era perteneciente de la mafia italiana, junto con los otros presentes. Era un simple empleado a comparación de su verdadero jefe... O jefa, no lo sabía. Nunca se le ha visto el rostro.
La signora.
Era el único nombre que escuchaba de Alessandro siempre, nada más.
Al final de la noche nos terminamos yendo, ahora íbamos en el coche de mi esposo y estaba lo suficientemente ebrio para querer tocarme.
— Hazme un trabajito.
Su vocabulario corriente me ponía los pelos de punta, era asqueroso.
— No hoy, cariño.— Supliqué, viendo hacia la ventana del coche.
Giré mi rostro y agradecí al ver a Alessandro dormido, roncando y con la boca abierta contra el asiento.
— Chase, ¿adónde vamos está vez?— Pregunté al chófer.
El hombre años mayor que yo, me vió a través del espejo retrovisor.
— El señor me ha ordenado ir a Manchester.— Contestó cordial.

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Perversa Obsesión || Caché || Terminada
FanficLa oscuridad nos arrastra por su engañosa atracción. La oscuridad tiene monstruos. Un mundo que hizo que chocará con ella para perderme totalmente en su oscuridad interna.