Capítulo 1

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El distrito de Shiganshina, al sur de la Muralla María, era uno de los puntos que, sin bien se destacaba por la agronomía y su impronta rural, era considerado de los más tranquilos e ideales en cuestión de clima, especial para las plantaciones. No existía el invierno crudo y nevado en Shiganshina, pues apenas parecía una prolongación del dorado y fresco otoño que admiraba a propios y ajenos, con sus distintas tonalidades de rojos, naranjas y amarillos, en una combinación tan acertada con los amaneceres y atardeceres que fácilmente se podían atisbar en la lejanía. Cosa que era imposible ver más al interior de las Murallas.

La primavera y el verano en dicho distrito merecían mención aparte. Frondosos árboles repletos de flores y frutos de todo tipo, además de las cosechas que hacían que fuera una época de parabienes, adornaban el cálido retrato de una región próspera y tranquila. Los mirlos, los ruiseñores y los zorzales ofrecían sus primorosos cánticos haciendo juego con los colores propios de esas épocas del año. Los ríos y arroyos resaltaban más con sus aguas cristalinas, listas para dar sosiego a algún peregrino sediento, y las nubes blancas siempre daban la seguridad de que el cielo siempre se mantendría libre de inclemencias y que siempre brindaría el calor y las lluvias necesarias. Todo aquello formaba parte de la magia del Sur de las Murallas.

Y en Shiganshina vivía Petra Ral.

La joven Petra Ral era hija de un respetado profesor del distrito, Maarten Ral, y su esposa, la delicada y refinada Petronella Ral. Petra era la gran fuente de orgullo y objeto de mimos de parte de sus padres, sobre todo por su belleza y su gran sentido del honor. Su cabello dorado y sus ojos ambarinos despertaban admiración entre sus pares, y su piel de porcelana le daba cierto aire de escultura, según sus vecinos. Era pequeña, delgada y fina en sus modos, y su andar dulce y educado no pasaba desapercibido. Por esta razón, los pretendientes le llovían, mismos que volvían a sus casas con los corazones rotos. Pero Petra no rechazaba por el mero placer de ver hombres llorando por su causa, su genuino deseo era simplemente casarse llevada por el amor, no quería tener el destino de conformidad que veía a su alrededor con amigas y conocidas. Sus padres parecían entenderla y no le reprochaban nada.

Una noche, la familia Ral cenaba cuando Maarten decidió que era hora de hacer un anuncio importante. Era un asunto que había estado maquinando de manera discreta durante los últimos meses.

—Debo decirles que pronto nos mudaremos a un nuevo hogar —dijo—. Me han ofrecido un puesto importante como profesor en una universidad prestigiosa en la Muralla Sina, y el sueldo y las condiciones de vida, como bien saben, no son nada despreciables allí.

Ambas mujeres dejaron de comer, prestándole especial atención.

—¡Me parece una maravillosa noticia! —exclamó su esposa con jovialidad después de la explicación y los detalles—. Lo único malo de esos lugares es que el aire está más viciado por el encierro y la Ciudad Subterránea, pero por lo demás, me parece un excelente lugar para pasar nuestros últimos años y terminar de educar a Petra como se debe. Además, desde que Eren se fue... —No pudo continuar, bajando la mirada con repentina pesadumbre.

Quien no parecía muy contenta era Petra.

Y el ambiente pesado se intensificó ante la mención de Eren.

Su madre tenía razón. Había escuchado decir que en los distritos principales de esa muralla sólo se veía el sol al mediodía, que la nieve calaba hasta los huesos en invierno, y que los parques, aunque muy bonitos y bien diseñados, no tenían ese esplendor natural como sí la tenía una simple parcela en la Muralla María. Eso sí, el nivel de vida era extremadamente alto y de buena calidad, y quien viviera allí se podía considerar afortunado.

Sentía que no tenía nada que hacer en un lugar como aquel, pero no pondría mala cara para contrariar el progreso de su padre, quien, con ese nuevo trabajo y ascenso en la vida profesional, les estaría asegurando un provenir más seguro y un nombre dentro de la sociedad de Sina. Puntualmente, el distrito Orvud. Hasta podrían visitar Mitras cuando quisieran.

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