Capítulo 7

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Los Ral estaban contentos de recibir a Farlan Church en su hogar. La amistad que el joven mantenía con Petra lo había acercado a su padre durante los últimos días, y Maarten lo recibió de buen grado. Algo que sorprendió gratamente al rubio, dado al rechazo que la gente sentía hacia él por su condición de pobre y habitante de la Ciudad Subterránea.

Estaban una tarde hablando alegremente junto al fuego, cuando Farlan decidió ir al grano con el motivo de su visita. Los Ral lo habían hecho sentarse junto a la chimenea, un lujo que él agradeció, ya que no tenía posibilidad en su propia casa.

—He estado buscando trabajo —explicó el joven—. Me he sujeto la lengua y no he hecho caso de lo que dicen —y añadió—. No lo hago por mí, sino por Feulner; bueno, él no necesita mi ayuda, pero sí sus hijos. Pero necesito ayuda.

—Con mucho gusto, ¿qué puedo hacer? —quiso saber Maarten.

—Bueno, Petra habla muy a menudo del Sur —comenzó Farlan suspirando en resignación—. No sé si está muy lejos, pero si pudiera bajar, donde la comida es barata, los sueldos buenos y la gente agradable... Quizás usted pueda ayudarme a encontrar trabajo allí, soy bueno con la azada.

Petra, que entraba a la sala con té y bocadillos, lo miró con la boca abierta.

—Farlan, no debes dejar Orvud por el Sur —le advirtió con dulzura—. No podrías llevar una vida tan floja, te desgastarías como la herrumbre.

Farlan sólo atinó a bajar la mirada, angustiado.

—¿No ha pedido su reincorporación a la fábrica Ackerman? —preguntó el señor Ral.

—Estuve a punto, pero su supervisor me vio y me echó como a un perro.

—Vuelve a intentarlo, pero con él —le pidió Petra—. Si le das una oportunidad, Levi Ackerman te hará justicia, estoy segura.

—Apostaría mi orgullo —resopló el joven con molestia mientras se disponía a marcharse—. Creo que preferiría pasar hambre.

—Si llego a enterarme de algo, se lo haré saber, joven Church —le dijo Maarten con amabilidad.

—Muchas gracias, buenas noches —se despidió el rubio, un poco más animado.

Cuando se fue, Maarten dejó salir un largo suspiro.

—Es un hombre orgulloso —comentó un poco divertido—. Hay cualidades dignas de ser admiradas en los hombres de Orvud, y esta no es una de ellas —Hablaba tanto de Farlan como de Levi.

Petra le sonrió con tristeza.

—Sólo tiene que hablar con el señor Ackerman de hombre a hombre —repuso—. Que deje de pensar que es un patrón y apele a su corazón.

Su padre la miró sin poder creerlo.

—¡Vaya, Petra! Admitir que el Sur tiene sus fallas y que Levi Ackerman tiene virtudes —dijo mientras su hija le ayudaba a ponerse el saco para salir—. ¿Qué ha ocurrido para esa transformación?

Ella sólo rio acariciándole la mejilla y lo abrazó antes de que se marchara a trabajar.

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Rato después, mientras tejía a la lumbre, recibió la sorpresiva visita de Kuchel Ackerman. La recibió con desconfianza, pero dispuesta a escuchar sobre los motivos de su cortesía. La mujer se limitó en entrar con arrogancia y frialdad; no se dignó a mirarla siquiera hasta llegar a la sala.

—Señora Ackerman, muchas gracias por su visita —la saludó mientras avivaba el fuego de la chimenea—. Mi padre está ocupado, pero agradece su amabilidad.

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