Carta II

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De Kalego

A Balam

Como es imaginable en ti, tu carácter hace que te preocupes demasiado y veas una tristeza intensa y desoladora donde, en realidad, solo hay pesado aburrimiento – eso es todo, amigo, aburrimiento. Has magnificado de tal manera mis palabras que, de llegar a leerlas un tercero, podría pensar que estoy al borde de cometer un pecado mortal; aunque no sería este el primero que pesaría sobre mi alma. Dicho esto, cumplo tu petición; te comunico que mi situación es buena, aunque mejorable, lo cual no significa nada, pues es imposible encontrar una vida tan placentera que su poseedor no quisiera alterar algún aspecto de ella.

Sobre mi decisión de pasar una temporada en casa del señor Sullivan solo tengo un comentario: no he cambiado de opinión sobre su conducta. Esta es reprochable en todos sus aspectos e insufrible en ocasiones. La única razón por la que permanezco aquí es que la voz de una sola persona es más soportable que la de miles de ellas, sobre todo cuando uno mismo sabe que muchos labios susurran sobre él. La invitación de Sullivan llegó en el momento más oportuno, como una puerta hacia una existencia nueva y vacía del pasado atormentador.

Llegué aquí hace tres días y al punto noté el cambio. La suciedad a la que estábamos acostumbrados fue sustituida por verdes jardines y el aire, melancólico y opaco en la urbe, es aquí más puro y respirable. Mi única queja se dirige contra los habitantes de la casa. El señor Sullivan continúa siendo – en su vejez, como ya sabes - el opuesto al tipo de hombre que admiro. Conserva su carácter despreocupado y  solo vive para complacer a su nieto, un muchacho tímido y poco talentoso en general. Su nombre es Iruma. La primera noche me vi obligado a entablar una conversación con él y te garantizo, amigo, que el aleteo de cualquiera de tus insectos resulta sin duda más interesante que la charla de ese nervioso muchacho. 

Hay una tercera persona; y digo persona porque me es imposible dilucidar si se trata de una mujer o de un hombre. Realiza las tareas de un mayordomo y se divierte gastándome pequeñas bromas que Sullivan conoce y permite. Es inútil que me queje sobre este comportamiento. Sullivan parece divertirse a costa de mi frustración,  cosa que solo hace su compañía más aborrecible. Espero poder encontrar pronto una casa a la que trasladarme y abandonar de ese modo a tan espantosa familia.

Como ves, a pesar de mis críticas, estoy comenzando una vida limpia y honrosa. Incluso tardíamente, un hombre puede librarse de su pasado desapareciendo del lugar que le instó a dedicar su alma y cuerpo al placer más desenfrenado y animal, al disfrute terrenal y vulgar de la carne. O esa es la opinión que comparto con otros muchos crápulas que, como yo, se entregaron durante años a sus más bajos deseos y para los que la vida urbana es ahora un sufrimiento continuo.

Puedes seguir enviándome cartas a esta dirección y narrándome tu viaje. La visión de los acantilados de la costa norte parece calmar levemente mi alma.


Dolorosa panacea | KaleRobin |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora