Carta III

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De Balam
A Kalego

Aunque no me creas, he sonreído leyendo tu última carta. ¡Comparas a un pobre chico con el vuelo de una mosca! No, es más; pones a la mosca y su zumbido en una posición superior al nieto de quien te ha abierto las puertas de su casa. Esa sola frase logró calmar mis nervios, pues comprobé que efectivamente nada en tu carácter ha cambiado. Estoy convencido de que sabrás disculpar ese molesto aspecto de mi naturaleza que describiste, aunque de tus palabras deduzco que hay más que aburrimiento detrás de tu máscara.

¡Qué diría el señor Sullivan si supiese que en su casa ha entrado el enemigo! Yo también deseo que puedas abandonar la casa con prontitud, antes de que verdaderamente se desate una guerra entre vosotros. Por el momento, te ofrezco aquí mi consejo sincero: intenta ser sociable en las veladas. Da a cada persona una respuesta oportuna cuando te dirijan la palabra, sé parco en cuanto a la bebida y la comida y abandona tus severas críticas en la medida de lo posible. Cuando alguien recite en alto versos de algún libro, no te cruces de brazos y pongas los ojos en blanco, a pesar de que te aburra mortalmente. Muéstrate lo más sereno que puedas y finge que en verdad prestas atención a la voz narradora. De esta forma, quizá la estancia sea más amena para todas las partes y se eviten conflictos entre huésped y anfitrión, que son especialmente desagradables según mi parecer.

No te enfades conmigo al leer estas líneas, pues solo pienso en tu bienestar y en la paz aliviadora que seguro que todos queréis mantener.

Dolorosa panacea | KaleRobin |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora