Día 7

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DÍA 7.

CONSECUENCIAS.

DAMIANO.

Al despertar ya ni siquiera podía abrir los ojos por completo, las palmas de mis manos parecían estar adheridas la una a la otra después de pasar largo tiempo en la misma posición. Me dolía la espalda y sentía el ardor en los ojos con apenas las decimas que lograba abrir.

Un silencio sepulcral me rodeaba.

Ni siquiera escuchaba los sonidos de la madera chamuscándose dentro del fuego que Emily siempre mantenía encendido. Fruncí el ceño, girándome sobre mi posición.

Miré a mi alrededor, pero estaba solo.

No estaba el padre de Emily.

No estaba Emily.

EMILY.

Cuando el sol empezó a asomarse en lo que se alcanzaba a divisar de las montañas, supe que tenía que irme.

Sacudí a mi padre con cuidado de no hacer demasiado ruido, cuando abrió los ojos hice señas con la mano para que me siguiera en silencio. Fue justamente lo que hizo.

Salió de la choza delante de mí y, en ese momento, me centré en verlo antes de irme.

La piel pálida y sin una sola marca o herida, las largas pestañas tocándole los pómulos son suavidad, los labios rosados que cerrados como lo estaban formaban una figura similar a un corazón, el cabello dorado cayéndole sobre la frente y los lados del rostro. El cuerpo bien trabajado y esculpido, los músculos marcados formando esa V en el borde de su pantalón...

Carajo.

Iba a odiarme mucho tiempo después de esto, pero tenía que hacerlo.

Se lo debía a mi padre.

A... ellas.

Me lo debía a mí.

Cerré los ojos con fuerza, frotándome la cara con ambas manos antes de salir de ahí.

Debes hacerlo. Repetí mentalmente unas cien veces para convencerme.

DAMIANO.

Con algo de esfuerzo me levanté. Sentía el cuerpo entero pesado y débil, realmente no quería moverme, pero sabía -por el gruñido de mi estomago- que debía comer algo.

Emily no estaba, su padre tampoco y las ramitas que normalmente debían estar encendidas en fuego estaban desperdigadas por todas partes.

La imagen de Emily encendiendo y conteniendo el fuego apenas con las manos me volvió a la mente. Así pudo haberlo apagado, solo... ¿moviendo la mano? No parecía ser algo irreal por completo, pero tampoco podía asegurarlo.

-¿Emily? -pregunté al aire.

Y, como era de esperarse, nadie respondió.

Sacudí la cabeza. Tenía que buscar comida, mi estómago no dejaba de sonar.

EMILY.

Las imágenes de los hoyuelos apenas marcados cuando sonreía de manera casi imperceptible no me abandonaban. Parecía que mi cabeza estaba empeñada en recordarme una y otra vez lo que perdía al hacer eso.

Pero estaba lejos.

Físicamente mi padre y yo nos habíamos alejado lo suficiente como para que fuese imposible volver antes que pasara todo. Tenía Dones, sí, pero ninguno me hacía volar o moverme increíblemente rápido.

El Rey  [Infierno parte 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora