Había rumores de que Iris y Phoebe estaban por ser castigadas al intentar envenenar al hijo primogénito de Hades.
Las ninfas estaban comentando algo relacionado al Tártaro, que serían llevadas ahí por un tiempo, para que pudiesen ver la gravedad de haber intentado dañar la salud de un niño recién nacido. Eso no le agradaba en absoluto a Hera, sus hijas no tenían por qué ser castigadas, caminó de un lado a otro, su rostro estaba totalmente frío, como si no hubiera ningún problema que la perturbara, pero su corazón y mente sólo podían sentir ira, resentimiento, odio.Zeus era un cínico, le dio todo lo que tenía, fue una esposa fiel, una compañera confiable, le dio hijos, pero aún así, él se atrevía a engañarla y peor aún, llevar al producto de esas aventuras al Olimpo, a su palacio.
No sabía cómo vengarse, como poder hacer que le doliera justo como a ella. Sus hijas eran su consuelo, su ilusión, ahora ellas estaban en problemas.
Pensó mucho como poder hacer para evitarles la prisión y el castigo, pero no era sencillo, porque había muchos testigos y se trataba de un niño recién nacido.Escuchó unos pasos y pronto apareció ante su vista Ares, aquel que ella misma dio a luz pero que le causaba amargura. Al verlo mejor, notó un atisbo de burla en su mirada. No pudo contener su furia y lo abofeteó.
—¿Cómo te atreves?
Ares sólo sonrió, retiró la mano delgada y blanca de su madre y la hizo a un lado. Le parecía gracioso que ella estuviera contra las cuerdas. Disfrutaba verla en la desesperación, porque se lo merecía desde su perspectiva por ser tan arrogante como una serpiente.
—Simplemente me parece adecuada la situación para reír, tú, la gran Hera, desesperada y actuando como una simple mujer como las que tanto desprecias.
Su madre siempre se creyó superior a cualquier otra diosa o mortal. Pero eso era bueno, verla actuar como una de ellas. Dejó escapar una risa masculina y se acomodó sobre un taburete, ante la furica mirada de la diosa. Su melena oscura simplemente cayó por sus hombros, haciéndolo parecer fiero y hermoso.
Hera sabía que su tono oscuro sólo era una ilusión, porque no quería parecerse ni a ella ni a Zeus.
Esos ojos azules que cambiaban a un rojo como la sangre eran los que más se destacaban en el dios de la guerra. De no haber sido tan opacado por Athena, en definitiva lo habría amado.—Afrodita tiene un hijo con Hadss ahora. No sólo eso, está en una posición adecuada para ser la reina del inframundo.
Hera sabía que Ares estaría molesto por el comentario, era muy predecible y fácil de provocar. No entendía como un hombre tan tosco y violento como él estuviera tan interesado y hasta obsesionado por la diosa del amor. ¿Su belleza era lo que él buscaba? Pero tenía la oportunidad de estar con otras jóvenes bellas y ninguna tenía el mismo poder sobre él como Afrodita.
—No importa si Hades quiere eso, porque Afrodita no estará conforme en un lugar tan lúgubre y apartado como el inframundo.
El dios contestó con mucha frialdad, no le gustaba que la diosa del cielo se inmiscuyera en lo que no le importaba. Sobre todo porque lo atacaba en donde más le dolía, como una buena mujer venenosa.
Hera sonrió. Estaba disfrutando de acosar al dios con algo tan simple. Tenía que pensar en cómo ayudar a sus hijas, una manera de darle un golpe decisivo a Zeus.
Había una manera, siempre la había, pero tenía que ofrecer el trato adecuado y negociar con algo que a ella no la hiciera perder tanto. Así era como funcionaba.
Hades solicitó a Zeus dejarlos volver al inframundo, mientras se decidía lo que harían con Iris y Phoebe, él no quería permanecer en un lugar tan rodeado de presencias incómodas.
Su hijo estaba siendo cuidado adecuadamente por Afrodita, quien no permitía que nadie se le acercara, para que el incidente del nacimiento no se repitiera.
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Venganza
Fantasy***Contiene escenas de adultos así que se recomienda leer con responsabilidad y prudencia.*** Hades el señor del Inframundo estaba harto de las múltiples infidelidades de su esposa. Había sido su primer amor y la había tolerado pese a que sabía que...