Capítulo 03

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El Dios se quedó en shock unos instantes al oír tal noticia que le traía Thanatos, pensando cómo iba a disimular frente a Afrodita y a los demás.

— Así que Afrodita vendrá, vaya, ella quiere ver todo con sus propios ojos, que mujer, tiene suerte, solo espero que salga bien el plan. —Suspiró pesadamente. — Entonces que empiecen con los preparativos para la cena, yo buscaré que ropa usar, tengo que lucir elegante.

—De acuerdo señor, ¿no cree que esto podría ser peligroso? Su esposa y ella son enemigas.
—Thanatos temía que todo terminara con una imprevista pelea entre diosas. —Voy a tomar algunas precauciones para evitar que se nos de una situación peligrosa.

— Yo también tomaré mis precauciones... Pero confío en que ambas van a comportarse como unas damas... solo espero que Perséfone no vaya a poner grito en el cielo cuando la vea... ¡Que dilema! ¿Sabes que, Thanatos? No sé lo diré, así me ahorro disgustos antes de tiempo. —Expresó con decisión el Dios. — Deberías estar presente en la cena, Thanatos.

—Lo haré si me lo pide, creo que será necesario no bajar la guardia, las mujeres pueden llegar a ser aterradoras mi señor. —Thanatos no quería ser pesimista ni mucho menos, sólo que de verdad creía que esas dos en especial eran de temerse. —Señor, prepárese y no olvide estar tranquilo, nadie debe sospechar acerca del plan.

— Lo sé, tengo que fingir que con Afrodita nunca hablamos y solo nos conocemos de vista, eso será extraño, pero puedo con ello... Descuida Thanatos, todo saldrá bien. —Dicho esto se adentró a su habitación para alistarse.

Las horas fueron pasando, los preparativos listos, sería una cena inolvidable, se acercaba la hora de que Hefesto y Afrodita llegarán al castillo.

Hefesto iba en un carruaje tirado por caballos rojos hacia el inframundo con su esposa.
Se sentía bien de obligarla a asistir, pues quería que viera como Persefone tenía el amor de su esposo y de paso a Adonis de trofeo.

—Te quedaras callada y quieta, no quiero problemas con Hades o con su esposa.

—Descuida, no tendrás ningún problema con ella.
—Dijo la hermosa rubia sonriendo.

Hades se vistió muy elegante, con una túnica de seda, ató con un listón su cabellera larga, solo quedando mechones cortos al frente.

Faltaba poco para la cena, aguardaba afuera de la habitación, esperando a que Perséfone por fin saliera, llevaba mucho rato de estarse arreglando.

Se acercó a la puerta, llamado a ella.

— Querida, no olvides usar el broche que te dí, debes lucir hermosa hoy, mi vida.

Persefone estaba haciendo lo posible por verse más hermosa, un rumor decía que su hermana iba a ir con Hefesto y quería estar lista para su encuentro.

—Si mi amor, lo sé, estoy poniéndome más bonita. Usaré tu broche. —Usó un poco de perfume con olor a jazmín y salió, usaba un vestido negro, tenía encaje y se le ajustaba al cuerpo. Usaba el broche en su pelo y sonreía muy feliz. —¿Cómo me veo?
—Preguntó girando ligeramente sobre sus pies.

Hades no podía negar que su esposa siempre lucia hermosa, pero lo que tenía de hermosa, también lo tenía de malvada.

— Te ves muy bien, ese vestido te queda perfecto.
—Le miró con detenimiento, sintió un nudo en la garganta de pensar que le estaba entregando a Hefesto a su querida esposa.

Un par de guardias dio aviso de que Hefesto estaba llegando y que iba acompañado de su esposa.

—Será mejor ir a recibir a las visitas. —Persefone sonrió y lo tomó de la mano.

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