Charla en la cocina

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—¿Sabías que Bruno entró al club de teatro?— dijo Victoria mientras masticaba un bocado de una manzana que acababa de morder. Las dos estaban en la cocina de la casa de la Tía Sarah, era una casa no era muy grande, pues después de que su ex-esposo la abandonara, pensó que ya no necesitaría tanto espacio, así que vendió su antigua casa con 4 habitaciones y compro algo más modesto.

—No sabía que tuviera alma de artista—respondió Marion recargando sus codos en el desayunador. Era un día soleado y aún así llevaba un suéter y unas botas puestas. A veces Marion hacía cosas a las que Victoria simplemente no les encontraba sentido.

—Siempre son los callados, propuso que hiciéramos una obra de Star Wars el muy ñoño—.

—A mi me cae bien Bruno, una vez me prestó un lápiz y Star Wars no es tan mala, deberías darle una oportunidad, tal vez te guste—mencionó Marion.
—A Star Wars o a Bruno— dijo Victoria dedicandole una media sonrisa burlona a Marion.
— ja ja ja solo porque seas bonita no significa que todos gusten de ti—respondió Marion aunque ni siquiera ella lo creyó. Y es que para ella Victoria no solo era una cara bonita, ella era encantadora solo con existir.
—Yo nunca dije eso jaja, pero yo vería Star Wars contigo, aunque eso que me haga una ñoña igual que tú y Bruno.—Bromeó Victoria mientras terminaba con lo que quedaba de su manzana y tiraba el resto al contenedor de basura.
—¿Quieres verla en mi casa?, a veces las horas libres de mis papás coinciden y comemos juntos, a mi papá le encanta cocinar para nosotros, podemos comer y después ver la película—mecionó Marion mientras se observaba las cutílas de las uñas que siempre traía cortas.
—Mmmh creo que sería algo incomodo comer con desconocidos en una casa que no es la mía.—
—No son desconocidos, son mis papás, además quieren saber con quién paso tanto tiempo, siempre les digo que voy a casa de una amiga pero no saben de quién, se alegrarán de conocerte y se sentirán más tranquilos, no es la gran cosa—.

—¿Quieren saber que no soy una mala influenza para ti y te obligo a fumar hierba?—le respondió Victoria alzando una de sus cejas pobladas.

—Sí, algo así—.

—Tendrías suerte si así fuera el caso, ambas tendríamos más amigos, pero tal vez te convenza de hacerte un piercing—.

—Jajaja sí, quizás eso haga mi vida más sociable—Respondió Marión.

Victoria tenía miedo de Marion quisiera hacer algún tipo de obra de caridad y "adoptarla" en su familia, no necesitaba nuevos padres, ni una nueva familia, y lo menos que quería era dar algún tipo de lástima a los padres de Marion cuando se enteraran que los suyos se habían divorciado, aunque tal vez Marion ya se los hubiese mencionado, pareciera como si ella no tuviera secretos con sus padres, los suyos siempre estaban tan ocupados que nunca le preguntaban sobre sus amigos o si los tenía—Iré a tu casa, pero no comeré con tus papás, ¿está bien?—.

Marion sonrió como si su día hubiese mejorado a partir de ahora, pero de inmediato intentó ocultarlo con una cara seria como si no fuese la gran cosa—está bien—, no iba a presionarla, tal vez Victoria estaba harta de tener que convivir con desconocidos desde que se mudó a la cuidad,—pero tienes que llegar antes de las cuarto y media—le advirtió a Victoria mientras se colgaba en un hombro su mochila color café, para después darle la espalda y marcharse. No despedirse era algo muy común entre Victoria y Marion, pasaban tanto tiempo juntas que casi ya no era necesario.

Victoria cruzo los brazos cerca de su pecho mientras miraba a Marion marcharse y tal vez era su ansiedad, pero desde ya sentía que era una mala idea ir a su casa. 


Solo una obsesión | Oscar IsaacDonde viven las historias. Descúbrelo ahora