Se han quedado hasta tarde, para divisar el sol cayendo en el inmenso mar.
Estaban en la azotea, pero uno arrastró a otro para llegar justo en ese momento.
Chuuya no sabría porque le siguió a la azotea si ya estaba listo para irse a su hogar, tal vez pensó que nuevamente haría una de sus tonterías, o tal vez solo quería saber que estuviera bien.
Se sentía extraño.
Después de todo, en cualquier momento, en cualquier lugar, terminaban peleando.
Pero ahora no, y era extraño.
La atmósfera se volvió tranquila, ambos sentados observando el atardecer, sin nada que decir ni pensar.
¿Por qué te encuentras nervioso, Chuuya?
Su mente le estaba jugando una mala pasada, confundiendo pequeños momentos como estos en algo más profundo. Y así no era.
Tendría que disimular los frustrantes pensamientos, y gestos que podía hacer su rostro sin darse cuenta y esto lo delate.
— ¿Qué pasa?
Lamentablemente se dió cuenta. Maldecia a todos internamente por lo observador que podía ser Dazai.
— Se esta haciendo tarde — Se levantó de un salto, extendió ahora su mano al castaño que le miraba receloso sin creerse esa excusa, pero antes que dijera algo, este habló. — ¿Vamos?
Y ante esa propuesta el castaño sonrió de costumbre, y la tomó pero ejerciendo más fuerza, y en consecuencia haciendo que el pelinaranja cayera encima. La cabeza del pelinaranja cayó en el hombro del castaño y al levantar la mirada, compartieron un momento donde se mezcló una sensación de calidez, ignorada por Dazai, perturbante para Chuuya.
La risita burlona que dio el castaño lo sacó de ese momento, un rubor subió por todo el rostro del pelinaranja, y la ira junto a la vergüenza por encontrarlo tan desprevenido.
— ¡Imbécil! — Le insultó y dándole un codazo en el estómago.
— Tuviste que ver tu cara — Se burló.
Chuuya le ganó la vergüenza, tomó su mochila y fue a las escaleras para bajar dando enormes pasos dejando atrás al bufón.
Pero en menos de un minuto ya lo tenía a un lado.
— Para ser pequeño si que eres rápido.
Dazai se agachó esquivando una patada, para bajar más rápido las escaleras mientras reía y Chuuya le perseguía para darle un buen golpe que no se escaparía.
Cuando lo encontró fue afuera esperándolo con una sonrisa inocente, paso al frente de él dándole un fuerte golpe en el pecho, haciendo oídos sordos los quejidos exagerados del castaño.
Chuuya de pequeño sabía que no tenía buena suerte, ¿pero fue tanto que a la persona que menos aguantaba vivieran tan cerca que tendría que irse por el mismo camino?
«Dios le pone sus peores batallas a sus guerreros, dicen» Se burló el mismo.
Intentando no darle mucha atención al mayor de sus tonterías, y cada vez que lo insultaba el mayor salía con otra cosa sin sentido.
— Esa persona tiene cara de Diego — Dijo abiertamente el castaño a un señor que estaba en el patio de su casa tranquilamente.
Chuuya paró su caminar para mirar al señor para contradecirlo.
— Tiene cara de Marcelo — Dijo observándolo detenidamente.
El señor incómodo por ser observando de reojo por dos adolescentes, se entró a su casa.