Hay una semejanza entre los cuatro, y algo que todos lo notaron, y era que les gustaba dormir.
Y por ello iban atrasados.
Al principio la mayoría despertaron a la misma hora, Chuuya se había preparado un café y para los demás también, mientras el castaño tostaba pan, Atsushi aún dormía, y Akutagawa estaba lavandose la cara.
Los tres al reunirse en la sala a desayunar con calma, como si fuera un domingo. Pero aquella calma fue interrumpida por pasos veloces que venían de las escaleras, y de ahí salió un albino despeinado y con el uniforme desacomodado.
Los presentes estaban confundidos, y el albino al verlos así dijo jadeando:
— V-Vamos tarde.
El primero en alarmarse fue Chuuya que tomó de un sorbo su café, sintiendo el amargo sabor recorrer su garganta y activando la adrenalina del tiempo. Akutagawa fue el segundo, fue corriendo a cambiarse. Y Dazai, él totalmente calmado tomaba su café.
De un golpe que le dio el pelinaranja le sacó la calma, fue por una orden a cambiarse.
Y ahora, se encontraban corriendo antes de que cierren las puertas. Sumidos cada uno en el rocío del sueño aún pegados a sus párpados.
Akutagawa tomaba grandes bocanadas de aire por la boca, sintió el golpeteo de su corazón, y su mente le propinó la revelación que lo atormentaria durante todo el día.
Atsushi era un buen corredor, pero ahora mismo le palpitaba los talones y las piernas le temblaban, con el estómago totalmente vacío, aquello era una mala señal. Cuando no comía estaba de mal humor.
Para Chuuya aquello era una extraña forma de alegrarlo, la brisa fresca de otoño le removía los cabellos rebeldes que estaban atados a una coleta floja, de pequeño le a gustado correr. Y con la potencia del café de la mañana y el tiempo avanzando, le daba la adrenalina que le gustaba.
Dazai era el que más la estaba pasando mal, no le gustaba correr desde pequeño, y menos ahora que sentía su cuerpo agotado, su mente tal vez se compadeció de su agonía y le brindó una vivida imagen del pelinaranja dormido a su lado, sus ojos buscaron aquella figura singular, estaba a unos centímetros, y podía contemplarlo de la mejor forma, no hay razón ni motivó del porque encontraba a Nakahara Chuuya tan atractivo aquella mañana, incluso con las gotas de sudor cayendo por su frente y con ceño fruncido, no hay justificativo para que su corazón y alma se emocionarán a tal grado que sentía desplomarse.
Definitivamente correr le hace mal.
(…)
Unas clases que amaba Atsushi, era Artes.
Pero no tenía ganas de dibujar ni crear, tenía una molestia horrible en su estómago.
Sabía que por ello no se desmayaría, muchas veces le a pasado el salir apresurado y no alcanzar a devorar algo, pero aquello traía una consecuencia.
Prefirió olvidarse del monstruo, y se concentró en dibujar algo para aquella clase. Simplemente dejó que su mano se moviera tal como quisiera, mientras su agudo oído escuchaba las voces de las demás personas.
Mientras estaba escuchando un chisme de sus compañeros, alguien se sentó en el asiento de adelante, levantó leve la mirada y se encontró con el azabache bocetiando en la croquera, antes de intentar entablar una conversación, fue interrumpido por la voz concentrada del mayor.
— Dame unos segundos, Atsu, o mejor dicho Jinko.— Le dio una mirada fija que duró menos de un segundos.
Tal vez fue la forma en que mencionó dulcemente esos dos apodos o la mirada veloz que le dio, hizo a su corazón alterarse y una rubor violento se apoderó de su rostro.