Mi cabeza duele y zumba. No puedo decir qué parte de mi cuerpo tiene hambre y qué parte está fría y cansada. Sólo soy una cansada y mezclada masa de humanidad.
Y huelo —como a cebollas, col y derrota.
No hay nada peor que no estar limpio, sólo porque soy un bueno para nada no significa que no tenga estilo. Todavía hay algo de humor allí, incluso ahora. Y es por eso que voy a volver al refugio, no porque esté ignorando las reglas y no por el chico.
Obedeceré las reglas tan pronto como pueda estar limpio y comer algo. Echo de menos el contenedor.
A las ocho de la mañana del lunes, el refugio está vacío. Después de observarlo de cerca durante unos días, veo que este es el mejor momento para entrar. Tomaré nota de las puertas y la salida más rápida. Es cálido y huele a comida y confort y vida y sopa de tomate.
Debería correr hacia otro lado, pero hay algo de fuerza vital que es difícil de negar. Puedo sentirla al entrar en el vestíbulo y darle un rápido vistazo.
Hay reglas y regulaciones por todas las paredes. Todo se parece al albergue donde conocí a Hoseok hace dos años. Tal vez es la calidez y la comida que echo de menos tanto y no su sonrisa. El hombre mayor, que parece seguro, me ve y sonríe.
Puedo hacer esto, solo tengo que mantenerme quieto y recordar dónde están las puertas.
—Hola, hijo, me alegra tanto que hayas regresado. Ven y siéntate, dime lo que necesitas— Las reglas están tratando de gritarme, pero él parece tan amable que quiero seguirlo. Sólo por una vez, quiero que alguien me pregunte lo que necesito, aunque no creo que la respuesta que yo dé sea lo que él quiera oír.
Espero que sea el agotamiento lo que ha reducido mis defensas. Lo sigo sin protestar a una habitación y trato de no suspirar demasiado cuando me siento. Podría dormir aquí, realmente podría.
—Me temo que tengo que hacer algunas preguntas. Obviamente depende de ti las respuestas que des, si sabes lo que quiero decir— Me guiña un ojo y un gran bloque en mi cabeza se deshiela. Me siento cuidado y es demasiado tentador para negar. No tengo mentiras que contar.
—¿Estás sin hogar?
Ahora esa es difícil. ¿Lo estoy? Tengo el edificio pero desde que cambiaron la combinación, no puedo entrar, así que supongo que lo estoy.
—Sí. He estado sin hogar desde hace un año.
—¿Qué le pasó a tu última casa?
Esta es una pregunta tan complicada, y la respuesta sería contarle todo sobre Hoseok.
—No pude pagar el alquiler. Mi novio se fue una noche y enloquecí.
—¿Tienes subsidios?
Una fácil.
—No. Fueron detenidos después de que perdí las citas. Yo estaba demasiado... nervioso... para ir.
Él asiente como si oyera esta modesta confesión todos los días.
—¿No has tenido ingresos desde entonces?
Sacudo mi cabeza con cansancio, tentado a mencionar el contenedor y la comida tirada detrás de las tiendas.
—Bueno, hijo, podemos ayudarte a que restablezcan tus subsidios y mientras tanto ver que tengas algo para comer y una manta. Tenemos un trabajador de vivienda que viene todos los martes y jueves, y un dentista y un médico los viernes.
Él tiene modales acogedores, acostumbrado a lidiar con las escorias de la vida como yo y realmente el formulario no es tan malo para llenar.
¿Cuenta como llamar la atención sobre mí mismo venir aquí?
—Lo mejor es si vienes aquí todos los días por comida caliente. Los paquetes de comida tienen un montón de latas y necesitan un horno o al menos un hervidor. Puedes hacer algunos cursos mientras estás aquí, si quieres.
—Gracias. Usted es muy amable— Digo, y lo digo en serio. Ha pasado tanto tiempo desde que hablé con alguien que me olvidé que hay algunos buenos tipos.
—¿Sabes dónde está The Crossing? Puedes dormir en un gran salón… que puede estar muy lleno, pero al menos hay un techo.
Sacudo mi cabeza, no. Fui allí una vez y tuve que luchar para salir.
Fue después de eso que les pedí a las reglas que me ayuden, y tuve pesadillas y aprendí lo bajo que un humano puede llegar.
—Bueno. Déjame traerte algo de comida y te muestro. Por favor,
pregunta si quieres algo.—¿Hay duchas?— No puedo evitar el anhelo de mi voz. Si tengo que elegir entre una ducha y comida, voy a elegir la ducha.
—Sí, hay duchas y lavadoras. Puedo darte ropa hasta que la tuya esté seca.
¿Por qué no vine aquí antes? Casi duele, pero la sonrisa se produce de todos modos, y luego conduce a un ataque de tos que no puedo controlar. Él mueve su mano como para tocar mi brazo.
Regla: no tocar.
Pero cuando me alejo y me preparo para huir, él solo me sonríe tristemente, como que él entiende, y apunta a un baño.
La ducha es la última mejor experiencia de mi vida. Sigo esperando a que el agua se acabe, pero parece que no hay control sobre cuánto tiempo la obtienes. Esto me conmueve más que todo el resto de bondad, y me apoyo en la pared y lloro. Todo ese tiempo solo que no me di cuenta de lo solitario que estaba. No ha tomado más que una ducha sin límites de tiempo para hacerme sentir el dolor.
Cuando me voy, él presiona una bolsa en mis manos y me insta a volver al día siguiente.
—Ojalá pudiera hacer más, hijo. Si se pone mal esta noche, vuelve. No puedes dormir aquí, pero podemos hacerte una taza de té y una canción— Hubo un tiempo cuando una taza de té y una canción me habrían hecho fruncir mis labios en burla, pero ahora suena tan parecido a pertenencia que casi lloro de nuevo.
—Ya ha hecho mucho— Susurro, y me dirijo hacia el brumoso resto del día.