Capítulo 5

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Jesucristo. Huele a genta vieja y mugre. Eew.

—Hola hijo. Gracias por donar tu tiempo.

—De acuerdo. ¿Qué quieres que haga? Es sólo hasta las cuatro, ¿recuerdas?

El viejo me sonríe, condescendiente viejo cretino, y me lleva a un viejo armario lleno de penosas latas, como frijoles y natillas. Preferiría estar muerto antes que comer esa basura.

—Los beneficiarios vienen aquí por los paquetes de comida. Sólo tienes que hacerles unas preguntas y darles las bolsas, dos a cada uno.

—¿Tengo que hablarles? Nunca dijeron nada acerca de hablar. Sólo ayudar para la referencia ¿Hablarles?

El viejo se ríe de mí.

—Son sólo personas, hijo. Igual que tú y yo, excepto que están en problemas y necesitan nuestra ayuda.

Necesitar mi ayuda. Se espera que yo hable con la escoria de drogadictos vagabundos. Por un instante considero huir directo hacia la condenada puerta, pero si lo hago no obtendré esa referencia y ese lugar en la universidad. Este trabajo voluntario es parte del convenio, y ya lo odio. No hay necesidad de que lo haga con una sonrisa.

—¿Qué tengo que decirles?— Le gruñí al viejo. Su labio se contrae como si estuviera tratando de no reír pero eso no puede ser cierto porque es demasiado viejo para tener sentido del humor. Jesucristo.

—Sólo sé amable con ellos. Dales una sonrisa y pregúntales cómo están. Lo apreciarán. Tú tienes tan buenos modales, después de todo.

¿Qué ca... se está burlando de mí?

—Y no te preocupes si algunas de las damas se ponen un poco amorosas. No son ningún peligro para ti… eres sólo carne fresca para ellas— Él se larga riéndose, mientras que la implicación de sus viejas perlas de sabiduría se asimilan.

¿Voy a ser a manoseado por viejas mujeres malolientes de la calle? Todo lo que puedo pensar es The Living Dead atosigándome, manos inmundas y uñas sucias agarrando mi camiseta de diseñador… no si puedo evitarlo, no lo harán.

Para el momento en que la primera escoria llega, he construido una barrera decente entre ellos y yo. Todavía puedo olerlos, obviamente, pero al menos no podrán acercarse ni tocarme. Una sólida mesa pesada está ahora metida en medio de la habitación. A menos que tengan ganas de escalar, y seguramente no tienen energía para eso, de ninguna manera pueden llegar a mí.

Ya me siento sucio y mugriento sólo estando aquí. Sólo sé que mi labio está encrespándose, pero ¿por qué debería molestarme en esconderlo? Tienen suerte de tenerme, malhumorado o no.

No estoy nervioso. ¿Por qué debería estar nervioso de ellos? Taemin llama para preguntar si puede prepararme la cena y yo le contesto bruscamente. Realmente está empezando a molestarme. Creo que es hora de que se vaya. Como sea, estaba planeando ver a Jongin más tarde. ¿O tal vez a Jackson?

Cinco desertores después y no es tan malo. La mayoría de las veces escupen las respuestas rápidamente y se van tan pronto como pueden. No hay mujeres detrás de mi culo hasta ahora. Me doy cuenta de que alguien ronda la puerta.

—Vamos, no tengo todo el día. Siéntate allí y responde a estas preguntas— Sale más ruidoso de lo que pensaba porque él está buenísimo y no espero ver eso aquí, y por alguna razón eso me desconcentra. Por un segundo, estoy avergonzado de ser visto aquí, pero luego veo que él es gentuza como el resto de ellos, pero aun así buenísimo. Muy, muy buenísimo.

Pero lo que realmente me detiene es el cabello. Es verde y punky y tan fuera de lugar en este lúgubre infierno que tengo que mirar. Parece que salió directamente de un cómic manga.

Me mira fijamente y gruñe. Juro que siento la fuerza de esa mirada justo a través de la mesa, como una ola de aire caliente. Él parece un ninja de artes marciales enojado. Con cabello verde.

—Umm. Siéntate. Hay algunas preguntas que tengo que hacer— él tiene estos ojos… una especie de almendras de caramelo líquido. Si pudiera parar con los males, él sería impresionante y extremadamente apetecible. Excepto que está tan lejos en la escala evolutiva que dudo que yo consintiera que él limpiara mis zapatos. No, no lo haría.

Él se sienta y frunce el ceño. Me gustaría mandarle un beso, sólo para ver lo que haría.

—Entonces, pregunta uno. ¿Por qué necesitas nuestra ayuda?— Maldita pregunta estúpida. Porque él es un inútil y probablemente toma drogas, vende su cuerpo, y quiere cosas gratis. ¿Me pregunto cuánto cobra?

—No lo hago— lo dice como si estuviera escupiendo mierda. Como si estuviera diciéndome a mí que soy el inútil idiota que vive en la calle.

—¿No lo haces? Bueno, ¿por qué diablos estás aquí entonces?— Sale más fuerte de lo que planeaba.

—No, no, no. Lo que Jimin quiso preguntar es ¿cómo podemos ayudarte mejor? Podemos ofrecer paquetes de comida, comida caliente, mantas, un dentista o un médico, subsidios de vivienda y un montón de clases útiles— el abuelo se presenta y mira a mi barrera de mesa, cejas levantadas y las manos en las caderas. El señor sexy-como-el-infierno se levanta, agarra su mochila y vuela por la puerta como si estuviéramos a punto de golpearlo.

Me encojo de hombros, hago una mueca y me preparo para salirme con la mía.

—Supongo que él fue intimidado por nuestra hospitalidad.

—Hijo. ¿Por qué has movido la mesa? Tienes que tomarte tu tiempo con algunas de estas personas, especialmente los jóvenes como él. Él ha estado merodeando fuera por semanas. Ahora mismo acaba de encontrar el coraje para entrar y tú le gritas.

—Lo siento— Murmuro. En realidad me siento mal, por todos unos diez segundos. ¿Ya son las cuatro?

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