5 - Max

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Los días pasaron y yo no salía de mi cabaña. Sabía que mi hermano vendría a por Henry y a por mí, solo era cuestión de tiempo.

Si Pan me quería como cautiva, eso es exactamente lo que iba a hacer. Además no me apetecía verle después de que casi me estrangulara.

Como si le hubiera invocado, Pan apareció ante mi. - ¿No llamas? - levanté mi ceja incrédula. - Podría haber estado cambiándome. -

- Me hubiera gustado ver eso.  - respondió con un brillo juguetón en sus ojos.

Rodé mis ojos intentando disimular como mis mejillas se teñían de rojo. Pero no pude evitar que se me escapara una sonrisa.

Pan carraspeó recuperando la compostura. - Llevas muchos días aquí dentro. Deberías comer algo. -

- ¿Acaso te importa? Además, no tengo hambre. - Sin embargo, mi estómago no estaba de acuerdo.

Pan sonrió, y por primera vez parecía una sonrisa sincera. Aparté ese pensamiento enseguida sabiendo que él sabía manipular a la gente. - Tu estómago dice lo contrario. -

- Es que no quiero nada de ti. - dije cruzándome de brazos. El chico abrió la boca para decir algo pero se arrepintió a medio camino. Se limitó a depositar una bandeja con diferentes frutas sobre mi cama y desapareció de allí.

Ahora que no podía verme me lancé a la bandeja. No quería admitirlo delante de él pero estaba realmente hambrienta.

Un rato después, escuché un ruido en las escaleras. Preparada para lanzar a quien quiera que fuera un bol de fruta que ahora estaba vacío, un niño de unos 8 años asomó su cabeza por el hueco de la escalera. - ¿Hola? - dije extrañada mientras volvía a dejar el bol sobre la bandeja.

- Hola - dijo el pequeño tímidamente. - Me llamo Max. ¿Puedo pasar? -

Le hice señas para que se acercara a mí. - Yo soy Gwendolyn. -

Él asintió. - Lo sé, venía a ver si querías jugar conmigo. -

El corazón se me estrujó de ternura. No pude decirle que no y el pequeño me sujetó de la mano tirando de mi hacia la puerta.

Me llevó dónde se encontraban todos los niños, pero no había ni rastro de Pan o Félix. - ¿Y Pan? -

Max se encogió de hombros. - Él nunca está. Suele volver tarde. - continuó tirando de mí unos metros más, hasta una pequeña cascada. - Ten cuidado con las plantas con pinchos. Tienen un veneno llamado sueño mortal y si te tocan morirás. - dijo el pequeño sin darle mucha importancia.
- De acuerdo... -
Observé impresionada el lugar. - ¡Vaya! Que bonito. -

- Es mi sitio favorito - dijo mientras sacaba varias rocas del agua. - ¿Hacemos un castillo? - comenzó a apilar las rocas en varios pisos: las más grandes abajo.

Lo miré con tristeza pensando en su familia - ¿Cuánto tiempo llevas en Nunca Jamás? -

Él volvió a encogerse de hombros. - No me acuerdo. -

- ¿No echas de menos a tu familia? - comencé a apilar las rocas con él.

Negó mirando al suelo. - Yo vivía en un orfanato. Esta es mi familia. -

Nunca lo había visto así. Los niños perdidos habían formado una familia aquí. Se tenían los unos a los otros.
- Ya está. - dije colocando la última roca. - ¿Y si hacemos un jardín para el castillo? - recogí varias flores, hojas y ramas mientras Max las colocaba como quería.

- Me alegro de que Pan me dijera que te fuera a buscar para jugar. - los ojos del niño se abrieron como platos en cuanto dijo esa frase. - Ups. No le digas que te lo he dicho. - hizo un puchero con su labio inferior.

Segunda Estrella A La Derecha (Peter Pan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora