Dos

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— Uno, dos y tres

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— Uno, dos y tres. — indicó la bella mujer aguardando a que su hijo siguiera sus pasos. — Cuatro, cinco y seis. — continuó con sus movimientos admirando la belleza con la que el menor se movía. 

— ¡¿Qué tal lo hice?! — preguntó emocionado al haber sido capaz de imitar las enseñanzas de su madre. 

— ¡Lo hiciste perfecto hijo!— le felicitó. —Sólo nos queda un poco más para el gran día... — la sonrisa del menor se fue apagando al escuchar aquellas palabras.— ¿Qué sucede, cariño?

— Es sólo que... — el joven comenzó a rascar su brazo de forma nerviosa, mientras la dulce mirada de la mayor le alentó en silencio a continuar con su relato. — Puedo bailar aquí contigo, pero en frente de todos... 

El entendimiento llegó a la castaña y su respuesta fue su dulce risa. 

Amira hizo un ademán de hablar cuando ambos fueron interrumpidos por la llegada de alguien más. 

— Hijo, no debes de dudar de tus capacidades. — señaló el recién llegado.— Debes confiar en las enseñanzas de tu madre, ella aprendió de tu abuela y creeme que no había mejor bailarina que mi adorada Nabila podía encandilar más que el sol del desierto en verano. 

— ¡Abuelo! — le llamó con sorpresa. ¡¿Hacía cuánto que él mayor de la familia se encontraba en su hogar?! 

El joven doncel se inclinó hacía el amghar* en señal de respeto, a lo que el anciano respondió con un asentimiento. 

— ¡Papá! — Amira imitó la acción para luego abrazar con gran afecto a su padre. — ¿Qué haces aquí?  ¡Pensé que estarías ocupado con las preparaciones para la ceremonia! 

— Es cierto, pequeña. — Assim depositó un suave beso en la frente de su hija, — Pero ninguna ceremonia es más importante que disfrutar de mi familia el tiempo que me sea posible... 

Era cierto...

Ya era todo un milagro que la familia de Amira estuviera en sus tierras actualmente. 

Desde que la joven se había casado con aquel extranjero, ambos se habían dedicado a recorrer el mundo, permaneciendo poco tiempo en cada nuevo lugar haciendo honor a su tradición nómada.

Assim estaba más que encantado de que su única hija hubiera encontrado su camino a la felicidad a manos de su yerno, pero no podía evitar extrañarla a su lado.

En estos momentos era cuando más extrañaba a su adorada esposa Nabila, ella siempre supo consolarle en el deber de ser padre y aconsejarle en el liderazgo de la comunidad.

Estaba feliz por Amira y por la hermosa familia que había conformado, ¡Gracias a ella tenía dos hermosos y fuertes nietos que esperaba que pudieran continuar con su legado de paz en los duros tiempos de guerra!

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