- Baila, esclavo. - indicó el extraño, arrastrando la última palabra.
JiMin tragó grueso, aferrándose a las vestimentas que le habían otorgado minutos antes, pensando en qué lo único que detendría una bala sobre su cabeza sería la forma en la que...
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—¡A-Ayuda! — Gritó un joven de cabellos castaños mientras se aferraba a la gruesa rama con todas sus fuerzas, tratando de que alguien viniera a su rescate. —¡¿A-Alguien?! —Insistió, mientras casi se salvaba de caer del gran árbol.
—¡Por todo lo santo, JiMin! — El doncel estuvo a punto de largarse a llorar cuando escuchó esa reconocida voz. —¿Qué demonios haces allí trepado? — Preguntó con molestia y preocupación, pensando la mejor manera de bajarlo de ese lugar sin morir en el intento.
—¡Por fin llegas! — Chilló de emoción. —¡Ya te habías demorado en encontrarme!
—¡Eso no responde mi pregunta! — Gruñó mientras buscaba a su alrededor algo que le ayudara a bajar al contrario. —¿Qué se te dio por jugar a ser Tarzán?
El mayor le sacó la lengua en señal de respuesta —Vete a la mierda, mejor déjame que me quede aquí atrapado.
—Mejor no me lo digas dos veces, o realmente me ahorraré el trabajo de buscarte. —Esbozó el recién llegado, sin poder evitar que una mueca de fastidio se formara en su rostro ante las amenazas del doncel. — Aun no comprendo como demonios lograste subirte a un árbol con ramas tan finas, JiMin. —suspiró. — Maldita sea, ¿Acaso estabas buscando matarte?
—¡Tonto! —Se quejó el doncel, cuando el peso del otro individuo al comenzar a subirse hizo que las ramas del árbol tambalearan, despertando su temor de caer. —¡D-Detente, subnormal! — Pidió mientras se abrazaba al tronco.
—Subnormal me dices, —Volvió a bajarse, para evitar que el árbol continuara moviéndose. — Pero no soy yo el que se trepó a un lugar del que no sabe cómo bajar sin quebrarse una pierna.
—¡N-Ni se te ocurra dejarme aquí o te castro! — Amenazó, mirando como el otro se alejaba.
—Ni modo, tendrás que tirarte y yo te atraparé aquí debajo. —Sentenció mientras extendía sus brazos.
—¡Estás loco! — Declaró el doncel con miedo.
—Insisto que no soy yo el que se ha quedado indefenso en la copa de un árbol.
—¡No hay nada en este maldito universo que me haga tirarme de aquí! —Gritó el castaño, mientras sentía como la madre comenzaba a crujir debajo de sí, aumentando su temor de romperse todos los huesos. — ¡Ve hacía el pueblo a buscar ayuda!
—Esas ramas no resistirán hasta que vuelva con alguien más, —Señaló, para que luego vieran como la madera a la que estaba aferrado el mayor, comenzaba a romperse lentamente. —¡Ven! —Insistió, preocupado de la seguridad del doncel.
—¡N-No voy a tir—Su frase quedó flotando en el aire cuando, por fin, la rama en la que se había posado finalmente terminó por romperse, causando que el joven estuviera a punto de caer estrepitosamente de no ser por el adolescente que logró tomarle entre sus brazos.