Capítulo 8

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Deseo número siete: Viaje en carretera.

Durante un viaje a California a la casa de los abuelos de Lucía, una casa alejada de la civilización y situada en un gran campo que les daba la tranquilidad para vacacionar, Lucía se prometió a sí misma con doce años que cuando fuera mayor y pudiera conducir viajaría por esa larga carretera sola. Admirando el paisaje y disfrutando el aire fresco, si las ganas se apoderaban de ella podría visitar a sus abuelos también.

—Papi papi!- Dijo la pequeña Lucía acercándose desde el asiento trasero.

—Dime hijita.

—¿Cuándo sea mayor podré conducir por acá yo solita? - Preguntó esperanzada.

—Por supuesto que sí, podrás hacer eso y mucho más Lu.

—Espero que si papá te quiero - Dijo la pequeña depositando un beso en la mejilla de su padre.

—Yo a ti pequeña ahora siéntate con tus hermanos por si nos cruzamos algún control policial y no querrás que papá no pueda seguir conduciendo ¿Verdad? - Contestó su padre riendo y su madre lo regañaba para que no asuste a la pequeña Lucía.

—No digas eso papiiii.

—Ya cállense que quiero escuchar música - Contestó su hermano Emiliano. Lucía y Francisco se dedicaron a molestarlo durante el resto del viaje.

Y así Lucía mientras observaba por la ventanilla imaginaba ese "futuro" que ansiaba que llegara.

Los recuerdos asaltaron a Lucía a plena luz del día así que no pudo ni levantarse de la cama. Se hizo un ovillo en la misma dejando que las lágrimas salieran con total libertad. Hoy quería hundirse en el abismo y dejar de pensar en todo lo que la rodeaba. A la vez se sentía enojada consigo misma porque quería estar bien y empezar el día pero los recuerdos del pasado, de cuando estaba bien de salud la arremetían uno detrás de otro. Le estaba siendo imposible salir de la seguridad de su habitación.

En ese entonces - A sus doce años - Su vida era tan distinta, era una simple niña con sueños, objetivos por cumplir, deseos tan grandes que no cabían en su pequeña cabeza y la enfermedad que la atormentaba se había llevado todo lo bueno como una maldita tormenta que arrastra todo a su paso.

Ahora podría hacer ese viaje en carreta...pero con precaución.

Podría admirar el paisaje...pero por última vez.

Su vida o lo poco que quedaba de ella era un "pero" constante. Estaba asustada, tenía miedo de irse de este mundo, de desaparecer. Miedo a dejar a sus seres queridos sin despedirse de ellos. El miedo e incertidumbre de no saber que hay después de morir se plantó en su pecho en cuanto abrió los ojos. Pero tenía que recuperarse, intentar ponerle buena cara al día.

Dos golpes en la puerta interrumpieron su llanto e intentó limpiar las lágrimas para susurrar un suave "pase". Su cara se iluminó cuando por esa puerta cruzó Mark con el desayuno y una bolsita de regalo en su mano.

—Buen día cielo - Depositó la bandeja con el desayuno en la mesa de luz y miró confundido a los ojos de Lucía que delataban lo que había llorado.

—Buen día...- Apenas pudo terminar de contestarle porque la angustia la invadió y se lanzó a los brazos de él llorando como niña pequeña.

En los brazos de Mark se sentía segura, segura de que seguía con ella y todavía no se había ido. Todavía estaba cerca del amor de su vida.

—Shh tranquila nena aquí estoy.

Gracias a las caricias en su espalda y pelo Lucía se fue relajando y el llanto se calmó de a poco. Su cara parecía un tomate gigante pero no importaba en ese momento. Mark la conocía de pies a cabeza, en todas y cada una de sus facetas.

La lista de los deseos (Actualizando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora