Capítulo 9

18 0 0
                                    

Deseo número ocho: Día con mi familia

El cáncer es una enfermedad de mierda. Interrumpe en tu vida para arrasar con todo y nada vuelve a ser como antes. Quienes dicen ser tus amigos siguen estando pero cuando tienen tiempo y los que nunca lo fueron desaparecen desde el momento en que se enteran diciendo que no pueden "lidiar" con algo así. Llega el día en que dejas de ir al instituto gracias a las quimios y nuevos tratamientos, no hay tiempo para realizar cosas de adolescentes. Así que tu vida se resume en ir de casa al hospital y viceversa.

A medida que avanza pierdes el cabello, tu rostro en cierto sentido se deteriora y te ves pálida, sin color alguno. Se pierde incluso las pestañas, algo para nada bonito. A partir de ese momento tu vida gira en torno a la enfermedad y aunque la gente que está a tu lado diga "no te tenemos pena" Si la tienen, obvio que la tienen.

El maldito deseo número siete - Como Lu le dice ahora - Fue un total desastre como lo pensó desde el momento en que decidió cumplirlo. Ahora mismo se encontraba en una cama de hospital con respirador y cables conectados que monitoreaban su cuerpo, cada vez más débil. Se negaba a abrir los ojos, estaba abatida, cansada de todo.

—Lucía - Una voz pronunció su nombre. Supuso que era alguna enfermera - Lucía ya debes despertar para desayunar.

Intentó ignorarla así se iba pero finalmente entendió que esa mujer no saldría de allí hasta entregarle su desayuno. Se incorporó a duras penas de la cama y miró a la mujer pelirroja de ojos marrones que la observaba con una bandeja en la mano. No debía pasar de los treinta años y a Lucía le transmitió confianza.

—Hola - Dijo con voz rasposa.

—¿Cómo te encuentras? 

—¿Mi familia está aquí? - Lucía pensó que no era necesario contestar, su cara decía lo mal que se sentía.

—Si, están esperando a que desayunes para entrar a verte ¿Recuerdas lo que pasó?

—Si recuerdo todo y voy a pedirte que no dejes entrar a nadie a menos que sea una chica llamada Isabela ¿Puede ser?

—De acuerdo pero solo si terminas todo lo que está en esta bandeja.

—Trato hecho.

Con su mejor sonrisa falsa la pelirroja se retiró y dejó a Lucía sola con sus pensamientos y un desayuno que no le apetecía en lo más mínimo pero había hecho una promesa y ella nunca rompía una. Desayunó con calma pensando en todo lo que le habrían dicho a sus padres y hasta que Isabela no confirmara sus sospechas no se encontraba dispuesta a enfrentarse a ellos, a sus caras de decepción cuando les confirmara la dura la verdad.

Pasaron los minutos y se escucharon tres golpecitos en la puerta - Isabela - Pensó Lucía. Ambas tenían un "código" desde pequeñas que cada vez que querían verse solo entre ellas había que golpear tres veces para que la otra supiera de quien se trataba. Una cosa muy tonta que inventaron siendo jóvenes pero que en ese momento servía.

—Pasa - Contestó Lucía.

Los ojos de su fiel amiga estaban rojos y unas grandes ojeras descansaban debajo. Su ropa y cabello demostraban que desde ayer no se había movido del hospital.

—Oh Lucilu dime que estás bien - Dijo cerrando la puerta detrás de ella y mirando a Lucía con tristeza.

—¡Claro que estoy bien Isa! Ven que necesito a mi mejor amiga.

Sin pensarlo dos veces Isabela se acercó a la camilla y Lucía le hizo un lugar a su lado acurrucándose junto a ella. La abrazó por la cintura y Lu envolvió sus brazos llenos de cables como pudo alrededor del cuerpo de Isabela. Besó la coronilla de su mejor amiga y la susodicha no pudo evitar llorar. Se había asustado tanto cuando le dijeron que Lucía estaba en el hospital.

La lista de los deseos (Actualizando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora