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Apenas ingresamos al gimnasio, fuimos recibidos por Hinata, quien estaba impaciente por rematar

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Apenas ingresamos al gimnasio, fuimos recibidos por Hinata, quien estaba impaciente por rematar. Estaba algo sudado, por lo que intuyo que estuvo practicando solo, ya que no hay nadie más además de nosotros cuatro, los sempais siempre tardan en llegar. Con tranquilidad ingresamos al edificio y comenzamos a cambiarnos el calzados y a colocarnos nuestras rodilleras, todo con una lentitud tortuosa para el enano.

—¡Kageyama! —le gritó innecesariamente, pues estaba a menos de un metro de distancia—. Hazme unos pases —demandó elevando el balón. ¿Por qué todo lo hacen tan dramático? Son el uno para el otro. Rodé los ojos ante esa escena.

—Lo siento, Hinata —Yamaguchi interrumpió—. Le había pedido a Kageyama ayuda con mis remates —sonrió apenado, aunque obviamente de apenado no tenía nada.

La mandarina se quedó mirando a Tadashi unos segundos. Estaba serio, pero no le duró mucho, sonrió, pero no era su sonrisa habitual, sino de esas sonrisas que das por compromiso. Dijo que no se preocupara y se fue a entrenar nuevamente, estaba practicando su saque. Muchos de ellos no pasaban la red haciéndolo enojar, cada vez los golpeaba con más fuerza, sin embargo, en ningún momento dirigió su mirada hacia Yamaguchi y Kageyama, y si lo hacía, era para elogiar algún remate o colocación, tal y como hacía con cualquiera del equipo. Incluso dijo su típica frase de “no perderé”. Todo parecía relativamente normal, hasta que llegaron los demás, ahí ya se distrajo con el dúo de segundo, para luego pedirle a Sugawara-san que le de unos pases. Decidí ir esta vez con el armador de tercero para practicar mis remates, ahí podría observar más de cerca a Hinata. Pero se movía como siempre, gritaba como siempre, todo como siempre. Estoy seriamente considerando el hecho de que él le corresponde a Kageyama, es decir, ni siquiera ha dicho su nombre.

—¿No te parece extraño qué el dúo raro no esté junto? —Sawamura-san le habló por lo bajo a la estrella del equipo.

—Tal vez discutieron, otra vez —respondió con cara de preocupación.

El capitán no agregó nada más, sólo se dedicó a observar a los idiotas. Fingí no prestar atención a los demás y seguí rematando junto a Hinata, con algunas burlas de por medio, pero sólo eran para molestarlo un poco.

Estábamos en un pequeño descanso, Yamaguchi, Kageyama y yo decidimos alejarnos para hablar tranquilamente. Les conté lo único que vi, o sea, la extraña sonrisa y el hecho de que los ignoró olímpicamente. Dirigí mi mirada hacia el protagonista de nuestra conversación, que estaba hablando amenamente con Tanaka-san y Nishinoya-san, quienes miraban de vez en cuando hacia nosotros mientras fruncían el ceño y sacudían a Hinata por los hombros. Puedo sentir su mareo desde aquí. Si no me equivoco, lo están aconsejando, a su manera, pero lo están haciendo, porque los ojos del enano brillan al igual que cuando hacen alguna estupidez y a él le perece genial.

El entrenamiento pasó sin más complicaciones, no hubo mucha interacción entre el rey y la mandarina, todo gracias a Tadashi, quien se encargó de aparecer en los momentos menos oportunos para llevarse al pelinegro a cualquier lado, ya sea practicar, que le ayude con su saque o preguntarle cualquier cosa. No me siento celoso, se que las intenciones de mi novio son buenas y Kageyama no tiene esas intensiones con él, sólo con Hinata, pues, en el poco tiempo que hablaron no le dejó de mirar los labios. ¿Más obvio? Imposible.

Decidimos dejar que se quedaran solos después del entrenamiento, si nos llevábamos a Tobio iba a ser demasiado obvio que traíamos algo entre manos.

Decidimos dejar que se quedaran solos después del entrenamiento, si nos llevábamos a Tobio iba a ser demasiado obvio que traíamos algo entre manos

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KAGEYAMA

Me despedí de Yamaguchi y Tsukishima. Habían decidido dejarme entrenar mis pases con Hinata, según ellos, para que sea todo más natural. No sé que quisieron decir con eso, pero no le di mucha importancia.

Caminé hacia las pelotas y tomé una. Se la lancé con algo de fuerza para iniciar nuestro propio entrenamiento, aunque era más una rutina que adquirimos poco a poco, pero que me agradaba. Podía estar solo con él, aunque no me animara a dar ningún paso y me quede en este sitio de compañero de equipo.

—¿Desde cuándo entrenas con Yamaguchi? —preguntó de repente tomándome por sorpresa.

—No está de más practicar con otras personas —fingí indiferencia mientras elevaba el balón en la posición perfecta—. Los equipos van cambiando, tengo que acostumbrarme a él también.

Frunció el ceño, más no dijo nada, sólo volvió a lanzarme otro balón. Y así seguimos por una hora más, donde decidimos que era suficiente por el día de hoy. Cerramos y luego nos fuimos a cambiar, todo en un absoluto silencio. Parecía pensar en algo, pues cuando lo hacía, emitía pequeños gruñidos sin darse cuenta. Tierno.

Caminamos a paso lento hasta el punto en que nos separamos, queda algo lejos de mi casa, pero se me hizo costumbre acompañarlo hasta aquí luego de dejar a Yachi-san en la parada de autobús. Se montó en su bicicleta, más no avanzó.

—Kageyama —lo miré extrañado ante su seriedad—. Tu, no me cambiarás, ¿verdad? —no me miró a la cara, sólo al frente.

Sentí la sangre hervir. ¿Qué clases de pensamientos tiene éste idiota? Le he dejado en claro en muchas ocasiones que prefiero darle los pases a él antes que cualquier otro, incluso dejando que anote el último punto de victoria de los partidos.

—¡Claro que no, Hinata, idiota!

—¡Claro que no, Hinata, idiota!

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Necesito Tu Ayuda (KageHina)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora