Boceto 1

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–Lo siento. – Murmuró Katherine, rompiéndole el cuello al cazador que, ingenuamente desprevenido, estaba haciendo Guardia de espaldas a la vampira. Antes de que éste cayera, lo sostuvo con cuidado para evitar que nadie los escuchara.


Le quitó las dos espadas que llevaba colgadas en la espalda, colocándoselas ella.


–Sorpresa–. Una voz femenina y familiar siseó tras ella.


Una camiseta vieja impregnada de acónito fue lo último que Katherine visualizó antes de que se la pusieran en la nariz con una rapidez sobrenatural, y la durmieran.


Al abrir los ojos, se encontró a sí misma atada al tronco de un árbol. Desarmada y totalmente expuesta al grupo de vampiros que la observaban sonrientes. Y en el centro, Eeva, con su melena rubia y brillante contrastando con aquellos ojos color sangre. Sonreía con suficiencia, mirándola de brazos cruzados.


Katherine le mostró los colmillos, tratando de deshacerse de las cuerdas.


–Son cuerdas hechizadas. Parece que algunas brujas nos quieren. – Eeva dio unos pasos para acercarse a ella.–Es imposible que te deshagas de ellas. Y será cuestión de tiempo hasta que uno de los cazadores te encuentre aquí. Después serás polvo. –


Katherine dejó de resistirse, suspirando. Tranquilizó su mente tal y como había aprendido, hasta que lo único que reflejaba su mirada era un vacío tan inmenso como el océano.


–Qué queréis–.


–Dónde está el Caído–.


Oh, claro. Dante. El único ángel que había permanecido en la tierra con poderes celestiales a pesar de que le hubiesen despojado de sus alas. Cualquier criatura sobrenatural mataría por absorber su poder.


Katherine permaneció en silencio, mirándola amenazante.


–Elías–. Ordenó Eeva. Entonces, una daga infectada en acónito empezó a cortar el brazo de la más pálida. La vampira apretó la mandíbula, tratando de acallar su dolor para que nadie los escuchara.


–Dónde está Dante, Katterina. Podríamos hacer esto por el resto del día, pero me aburro rápido. –


El pecho de Katherine se movía con su respiración agitada. Apretaba los puños mientras el otro seguía cortándole el otro brazo.


–Los demonios van a oler tu sangre. –Eeva le dedicó una sonrisa completamente sádica. –¿No vas a decir nada? Genial. Eres tan estúpida que tú misma cavas tu propia tumba. Una y otra vez. –


–Vais a ponerle una mano a Dante por encima de mi cadáver. – Escupió la vampira.


Otros cortes cerca de las costillas. Aguantó un jadeo. Algo que seguramente los cazadores más cercanos a la zona habrían escuchado. Al igual que las bestias.

El descenso (bocetos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora