20. Servicio postventa

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Suea tomó su teléfono y se sentó en la cama después de abrirle la puerta a su nuevo compañero de cuarto. Intentó mantenerse ocupado para evitar una conversación, pues admitía que aún no sabía cómo manejar lo que había sucedido.

Suea había estado evitando a Rome desde ese día. Cada vez que Oun lo invitaba a cenar con Tinphat o lo llamaba para ir a su habitación durante el fin de semana, Suea encontraba alguna excusa para negarse. Sin embargo, ya no podía seguir escapando.

—¿No vas a saludar, tío? —Suea fingió no escuchar, como si el comentario fuera ruido de fondo, mientras continuaba escribiendo un mensaje en una aplicación verde para preguntar si todo estaba en orden en su tienda.

—¿Estás bien? —Suea miró de reojo al "chico infernal". Cuando vio que el otro no lo estaba mirando, levantando la vista por completo. Rome estaba organizando su ropa en el armario, vistiendo solo unos jeans, con su torso desnudo mostrando su ancha espalda. Suea admitía que Rome tenía un cuerpo envidiable, incluso él sentía un poco de celos.

—¿Qué pasa, tío? —Suea, distraído mirando la espalda de Rome, no se dio cuenta cuando este se volteó, atrapándolo con la mirada.

—¿Eh?

—Oh... olvidé que, ya estás viejo, por eso no escuchas bien. Ahora entiendo por qué no contestas mis preguntas —dijo Rome, sonriendo con picardía.

—¡Maldito mocoso! —Suea murmuró furioso, antes de recordar que debía mantener la calma y no dejarse provocar por el joven.

—Vamos de nuevo, tío —Rome se acercó a la cama de Suea, inclinándose para mirar directamente al que estaba sentado antes de hablar más fuerte.

—Te pregunté si estabas bien —los ojos penetrantes de Rome hicieron que Suea se sintiera incómodo, como si una fuerza invisible lo atrapara, impidiéndole apartar la mirada.

—No estoy enfermo ni herido.

—Me alegra —en lugar de dejarlo en paz, Rome tomó una almohada de la cama cercana y se dejó caer boca abajo, apoyando la cabeza en la almohada, mientras su mano descansaba en el regazo de Suea, que estaba recostado contra el cabecero.

—¡Oye! ¿Qué haces? —exclamó Suea, sorprendido por el repentino movimiento de Rome.

—Tengo sueño —respondió Rome con una voz adormilada.

—Si tienes sueño, ve a tu propia cama. La tuya está allá —dijo Suea señalando la otra cama en la habitación, que era de dos camas individuales. Suea había elegido la cama cerca de la ventana, dejando la cama cercana a la puerta para Rome.

—Vamos, no seas tan frío, tío. No he dormido casi en toda la semana por el trabajo, para poder venir aquí.

—¿Qué tiene que ver ser frío? Cada uno debe dormir en su propia cama —Suea empujó la mano de Rome, pero rápidamente volvió a caer sobre su regazo.

—¿No me extrañaste, tío? Incluso traje regalos —bromeó Rome, sin abrir los ojos, ignorando por completo el malestar de Suea.

—No hay razón para extrañarte. No te pongas tan familiar —replicó Suea, sintiendo un calor extraño al escuchar las palabras del joven. Rome, con los ojos cerrados y una expresión tranquila, parecía no notar en absoluto su molestia.

—Es demasiado tarde, tío. Ya somos cercanos, muy cercanos —dijo Rome con una sonrisa tranquila, sin preocuparse por las palabras que salían de su boca.

—¿Te vas a mover o qué? —amenazó Suea, intentando sonar amenazante, aunque sabía que si Rome no se movía, tendría que cambiar de cama. Después de todo, con solo ver los músculos bien definidos del joven, Suea tenía que admitir que no podría ganarle en fuerza.

Alguien te ama [Someone Loves You]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora