DIX

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La verdad golpeó a Rin como un mazo, cayendo de rodillas junto a su hermana, la abrazo acunándola en su pecho.

– ¿Qué has hecho, hermanita? – fue más una protesta que una pregunta.

Tomando a su hermana de la mano, la obligó a levantarse. En silencio la regreso al cuarto.

– Le dire a mamá que estas resfriada y que no bajaras a cenar – luego, empujándola suavemente la hizo sentarse sobre la cama. – Te traeré algo ligero para que cenes, mientras estoy fuera ponte una pijama y acuéstate. Yo cuidaré de ti... todo estará bien, ya verás – La sonrisa de la castaña mayor era amplia. – Deja que tu querida hermana mayor se encargue de todo –

Tenten simplemente asintió, se sentía demasiada cansada, solo quería hacerse un ovillo y dormirse hasta que el dolor de su corazón pasara con la misma facilidad que los días seguían uno al otro. Sabiendo que su hermana haría un gran berrinche si la encontraba todavía allí sentada sintiendo lástima de sí misma, se levantó para ir a buscar algo cómodo para dormir.

Una vez sobre sus dos piernas, tuvo que sostenerse del cabecero de la cama para no caer de cara al suelo, otro de esos malditos mareos que le llegaban en los momentos menos esperados. Tal vez todo se debía a que no se había estado alimentando bien, al principio era cosa de estar demasiado deprimida para pasar bocado, luego era que la comida le sentaba mal por la mañana. Últimamente le daba miedo tomar alimentos, nunca sabía en qué momento estos la enfermarían.

Sosteniéndose de la madera de la cama, respiro profundo hasta que poco a poco la habitación dejó de girar. Sintiéndose más segura de no caer, se dirigió al armario donde guardaba sus pantalones y camisetas de algodón, luego fue al baño a cambiarse. Cuando Rin regreso, Tenten estaba acostada de costado en la cama, abrigada con una manta de tela liviana que le llegaba justo bajo sus axilas.

– Te traje algo de sopa y pan para que cenes – anuncio Rin poniendo la charola sobre la mesita de noche junto a la cama.

Tenten asintió sin levantar la vista para mirarla, seguía concentrada en algún punto entre los animalitos de peluche que había en el mueble empotrado en la pared.

– Recuerdo cuando lo único que me preocupaba era que iba a recibir en mi cumpleaños – hablo tan bajo que Rin tuvo que esforzarse para escucharla. – Contaba los días para que por fin llegara la luna llena que marcaría el comienzo de mi vida como adulta –

Rin respiro profundo tratando de controlar sus emociones, acariciando el hermoso cabello castaño le transmitió todo el amor que sentía por la pequeña cachorra. Tenten seguía hablando, más para sí misma que para que ella la escuchara.

– Odio ser una adulta, desearía ser de nuevo una cachorra pequeña que le roba galletas a mamá en la cocina... ¿Porqué a mí?... Todos encuentran a su pareja y forman una familia, yo la encuentro y resulta que lo único que gano es un maldito corazón roto... De todos con los que pude haber dejado que me follaran, tenía que ser él, mi él... –

La chica mayor pestañeó varias veces, dejó salir el aire que había retenido en los pulmones, la mano crispada entre el cabello castaño de Tenten, una vez se sintió más dueña de sí misma se atrevió a hablar.

– Déjame ver tu hombro –

Sabiendo de antemano Tenten lo que ella quería saber, se volteó lentamente hasta sacar el hombro que había quedado cubierto por su camiseta.

– ¡Demonios! – maldijo Rin al ver lo que más temía encontrar. En la piel crema de su hermanita, en el lugar justo donde se unía el hombro con el cuello, estaba la marca de una mordida de emparejamiento. Donde los colmillos del macho se habían introducido en la tierna carne, se habían formado unas cicatrices rosas acomodadas en media luna, que asemejaban gotitas de agua dibujadas en relieve. – Tiene que ser un error – balbuceó Rin, por primera vez en su vida no sabía muy bien que decir.

Cuando el lobo atrapó a su gato - Nejiten [Adaptación] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora