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Tae se encontraba contemplando la catedral que tenía enfrente mientras Mark le hablaba un poco sobre la historia del lugar, estaban en la Plaza de Duomo, un lugar que se les recomendó visitar en la ciudad de Florencia, aquel imponente edificio le ...

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Tae se encontraba contemplando la catedral que tenía enfrente mientras Mark le hablaba un poco sobre la historia del lugar, estaban en la Plaza de Duomo, un lugar que se les recomendó visitar en la ciudad de Florencia, aquel imponente edificio le parecería lo más hermoso que han visto sus ojos si ese día en especial su mente no se concentrara en ese "alguien", dejó que pasaran unos días desde el incidente para que volver a encontrarse fuera de lo más normal y no algo bochornoso, lamentablemente este tiempo no le había ayudado a calmar sus demonios, cada noche despertaba sudoroso y con necesidad de correr al balcón para que su cuerpo se enfriará, sus sueños le dejaban con la boca reseca y con el puño apretado en enojo, pues para él era obvio que ninguno de sus sueños se volvería realidad.

Por esta razón su mirada lucía cansada y apagada durante esos días, cosa que le había hecho portar unos lentes opacos, no quería responder a cuestiones de su compañero de viaje, necesitaba solo conocer más de esa ciudad donde su corazón comenzaba a latir de emoción por alguien a quien no podría serle sincero.

Era una pena para el cantinero del hotel que le daba a diario media botella de vino y un tarro de cerveza a Kim que alguien tan joven se tirara al alcohol, pero no era quien para protestar contra la buena propina que le dejaba aquel chico de mechones ondulados.

Aquel calor que pasaba por su garganta no terminaba de reemplazar por completo el calor en que le inundaban sus sueños donde aquel tierno muchacho rodeado de flores y mariposas le pedía nervioso que se acercara más, el líquido remojando sus labios no quitaba la resequedad que dejaba el no poder besar los labios ajenos que no podía dejar de recordar, ni siquiera el líquido que le embriagaba lograba hacerle perder más la razón que aquellas manos pequeñas que podía tomar a la perfección con sus largos dedos.

Cada noche que se había escapado al bar después de las largas caminatas en la ciudad y el pueblo terminaba rendido, tanto que solo dejaba el dinero sobre la mesa y se dirigía a su cuarto a caer dormido hasta que un nuevo sueño le despertara, esa noche tenía algo diferente, no estaba cansado, no sentía la urgencia de dormir aún estando borracho a más no poder, sentía una urgencia diferente, aquellos sueños estaban dejando un estrago que no podría dejar de lado tan fácil, entonces pensó en que sería buena idea retarse a sí mismo.

Condujo sus pasos afuera del motel, no sabía bien si encontraría lo que quería, caminó por veinte minutos sin rumbo hasta llegar a lo que parecía una acalorada fiesta, al acercarse más pudo ver el ambiente real de aquel lugar, miró a unas mujeres en la entrada con unos trajes pocos recatados que no dejaban mucho a la imaginación, le decían que fuera con ellas y eso quería hacer hasta que por detrás una mano delicada le hizo voltear.

Apareció frente a él una mujer de cabellera negra azabache con unos rizos marcados y pintalabios rojo como la sangre, le siguió sin pensarlo una segunda vez.

Le llevó a la parte trasera donde le pidió una cantidad demasiado aceptable por los servicios que le proporcionaría, sacó el dinero y se lo dio sin más, estaban al aire libre donde lo único que los ocultaba de las miradas entrometidas eran bloques de paja apiladas hasta sacar lo doble de sus alturas.

Hasta que acabe el verano.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora