Trilogía romántico-erótica❤🔥
Adaptación de la historia de la autora Fabiana Peralta con los personajes de 50 Sombras de Grey de E. L. James.
🚨MUY IMPORTANTE 🚨
Es una adaptación, no Plagio.
—Cariño -le digo al entrar en el despacho de Christian. Él se pone de pie y va a mi encuentro para coger a nuestra hija de mis brazos-, en el camino hacia aquí, se ha hecho caca- lo informo-. —Lo siento, ¿la puedes cambiar tú?, es que ya ha llegado mi cita.
—El próximo pañal, sin excusas, te toca a ti.
—Lo prometo. -Lo agarro por el mentón y le estampo un besazo en los labios, pero, cuando me quiero apartar, me toma por la nuca y el beso se transforma en uno lento y candente. Mi esposo reclama mi lengua con algo de desesperación, y luego me da algunos mordiscones y chupa mis labios.
—Nena, necesito aplastar tu cuerpo contra el mío y no dejarte escapar - declara sin aliento.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Mi respiración también es entrecortada y suena trabajosa, a pesar de que nuestra niña está en medio de ambos. Hago rápidamente un repaso mental y, sí, esta semana ha sido caótica: horarios de trabajo interminables, nuestra hija reclamándonos atención, nos hemos acostado muy tarde y levantado muy temprano... lo que significa que casi no hemos tenido sexo, así que no me extraña que Christian se vea tan necesitado. Bueno, no solamente él; ese beso me ha dejado tambaleando, a pesar del aroma que sale del pañal de Phoe, que se expande entre nosotros... pero, ¿sabes qué pasa?, cuando te conviertes en madre hay olores que antes no hubieras soportado ni en sueños a los que acabas acostumbrándote, así que pensar en sexo mientras te llega el tufo a mierda de tu niña no es nada extraño, porque aprendes a coger y disfrutar los momentos como y cuando se presentan.
Lo lógico sería que toda la excitación hubiera desaparecido, pero lo cierto es que nunca puedo tener suficiente de los besos de Christian, y si encima me dice que necesita follarme, ni te figuras las cosas que imagino que se le están ocurriendo, porque además sé muy bien que él puede ser muy ocurrente. De todas maneras, como mi cerebro está muy bien compartimentado para cada cosa que necesito hacer, le pido:
—Dile a tu Moby Dick que se calme. —Tienes que ocuparte de tu hija y yo debo ir a recibir al gerente del George Bailey, que me está esperando en la sala de juntas... y antes tengo que cambiarme la camisa, porque acabo de ver que tengo una mancha de leche a la altura del pezón.
—Está bien, te dejo ir, pero tengo algunos planes para después...
Tras dejar a mi hija con su padre, paso por mi despacho y, después de ponerme presentable, cojo la documentación que necesito y salgo hacia la sala de juntas. Puedo ver a través de la pared de cristal que el hombre con el que debo reunirme me espera sentado en la silla que está situada junto a la cabecera de la mesa; por su porte, no parece un hombre mayor.
Se lo ve despreocupado, esperando mientras lee algo en su teléfono, con la cabeza inclinada sobre la pantalla y una pierna cruzada sobre la otra, al tiempo que se lleva la taza del café, que sin duda Andrea le ha ofrecido, a la boca. Así que, sin mayor dilación, tomo la manija de la puerta y entro.