Capítulo 2

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CAPITULO 2


Harry no recordaba cómo había llegado hasta las puertas del colegio, pero ya sin fuerzas, se dejó caer sentado sobre la escalinata, recargando su espalda en el quicio de la puerta mientras miraba hacia el otro extremo de la entrada. Acarició tenuemente el suelo extendiendo su mano hacia donde tenía fijos sus verdes ojos, mientras que su memoria lo transportaba al pasado.


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Era un día cálido de agosto, estaba pasando sus últimos días de vacaciones con Severus, nadie se imaginaba que su estancia en Hogwarts no era para nada desagradable. Regresaron corriendo del bosque a donde habían ido de paseo, ambos reían divertidos mientras el mayor perseguía al jovencito, simulando haberse enfadado por permitir que Hedwig le picoteara la mano cuando intentaba tocarlo. Finalmente, Severus le dio alcance al llegar a la escalinata, y ambos cayeron recostados sobre la fría losa sin dejar de reír.



— ¡Ya, Sev, por favor! —le pedía Harry respirando fatigado de tanto reír—. ¡No lo hice a propósito, es que no creí que te lastimaría, a mí me lo hace siempre!


— Tu horrible lechuza me odia. —afirmó en un gruñido.


— No te odia, te tiene celos... creo que no había visto que yo quisiera tanto a alguien como te quiero a ti.


— ¿Habla en serio, señor Potter? —preguntó sonriéndole seductoramente al tiempo que lo mantenía aprisionado sobre el suelo—. ¿Qué tanto me quieres?


— ¡Muchísimo! —respondió acariciándole el rostro con la punta de sus dedos mientras lo miraba embelesado—. Te has convertido en todo para mí... en el centro de mi existencia, Sev, me moriría sin ti.


— Bueno, pero eso nunca sucederá. —dijo al tiempo que unía sus labios a los de Harry en un tenue roce—. No creo que puedas deshacerte de mí tan fácilmente.


— Sev... —susurra luego de reírse suavemente—... tienes que enseñarme ese hechizo.


— ¿Cuál? —pregunta mientras sus labios se van descendiendo hacia la piel del cuello de Harry que se estremece visiblemente.


— Ese que haces a veces... con el que me quitas la ropa sin que me dé cuenta. —respondió en medio de un gemido de placer al sentir la humedad de la boca de Severus sobre el hueco de su cuello.


— ¿Y para qué quieres aprender eso? —le mira sorprendido deteniendo abruptamente sus caricias—. ¿Acaso piensas dejar al Señor Oscuro desnudo en medio de la batalla?


— ¡No seas tonto! —exclamó con una risilla divertida—. Quiero aprender a usarlo contigo.


— Conmigo no hace falta... me gusta que me desnudes con tus propias manos.


— Vamos a tu habitación, Sev. —le pide sintiendo que la sangre le recorría velozmente por su cuerpo al ver que Severus reanudaba sus besos y había deslizado una mano bajo su camisa acariciándole la piel por debajo de ella.


— ¿Para qué quieres ir a mi habitación? —cuestionó sin abandonar su tarea.


— ¿No es obvio? —dijo arqueando tenuemente su espalda para acercar más sus caderas y que notara lo excitado que se encontraba ya.

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