Capítulo 7

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- El primer hombre siendo una mujer.

En la historia de mi vida el primer amor sirvió para romper mi corazón y hacerme despertar de aquel ensoñamiento romántico en el que mi mente estaba abrigada. Ahora bien, el segundo consistió en la musa a la que recurro para cuando tengo que escribir sobre el amor, hacerlo desde la mirada de una persona que aspira a una relación estable y respetuosa que no se deja llevar por los mitos del amor romántico.

Estoy tan segura, que si pongo mi mano en el fuego no me quemo, de que si esta relación fue tan bonita fue por el momento en el que los dos nos encontrábamos.

Yo ya había terminado mi transición a la vez que todo un proceso de desconstrucción en el que hice critica de todos mis valores y empecé a amarme a mi misma por lo que era.

Estaba lista para enfrentarme a un mundo que aún se atrevía a negar mi pura existencia. Y en ese hecho de lucha y revolución fue cuando llegó Christian.

Christian se trataba de un hombre al que si lo veías por la calle tú no volteabas a verlo de nuevo. No era Leo Vanielli, y eso me gustaba porque este sí que era real.

Podría decirse que era como una especie de Cleopatra moderna; un personaje que te hacía suspirar de tan solo oírlo hablar de lo inteligente que era.

¡Ay! Quiero escribir los versos más bonitos de ti esta noche, conque los escribiré desmelenada, apellidándolos con tu nombre.

Este capítulo seguirá entonces en segunda persona porque está dedicado a él mismo. Con todo mi amor; Valeria.

Tú eres esa especie rara de chico que, aún sabiendo que es el héroe el que muere al final, te ves la película de principio a fin. Eres el chico que te trae flores y te dice lo hermosa que estás con tu vestido rojo. Eres el Orfeo y el artista que no eclipsa a los otros.

No obstante esa no fue la razón por la que me enamoré de ti.

Me acuerdo a la perfección de la vez que me preguntaste por qué seguía contigo si no eras lo de antaño. ¿Crees que no hubiera seguido contigo si no buscaras la belleza en la pobreza de las calles?, si no rieras a los cuatro vientos con los chistes malos o soñaras con tormentas eléctricas, ¿crees que me hubiera ido de tu lado?

Nuestra relación tuvo que verse terminada por las circunstancias de la vida. Tú tenías una gran oferta de trabajo en otro lugar, y yo no me iba a ir contigo, no cuando mi carrera como escritora estaba triunfando aquí en España.

Mentiría si dijera que, aun en la oscuridad de mis recuerdos no sigo rememorando nuestras viejas conversaciones.

¿Recuerdas el momento de conocernos?

Era viernes y los dos habíamos salido de fiesta. Yo estaba sentada en un bordillo cuando tú apareciste.

- Si te quieres suicidar me temo que necesitarás más altura que el bordillo de una cera.

- Vaya, Don Listo. Has arruinado todos mis planes, ahora tendré que moverme de sitio.

- Si quieres un lugar, te recomiendo el Empire State Building.

- Pero eso está en Nueva York.

Ahora sabes lo importante que era para mi esa ciudad, aún no me pregunto por qué siempre termino regresando a ti.

- Sí, pero un viajecito antes de morir no está nada mal.

- Tomaré tu consejo, -sonreí- ¿Cómo te llamas?

- Christian. ¿Tú?

- Valeria.

- Bonito nombre.

- Sí, se lo robe a una prostituta con la que trabajaba.

- Ósea, que hago un acto de buena fe para demostrarle a Dios que no soy un depravado sexual, y este me responde teniendo que salvar del suicidio a una prostituta. A sabiendas de que no voy a poder evitar pedirle sus servicios. -Bromeaste.

- Dios es un cachondo en verdad.

- Es un cabrón, aunque volviendo a lo de los servicios...

-No tengo precio cariño, y de tenerlo no podrías pagarlo.

- Pruébame.

- ¿Quieres que me ponga un precio para alimentar tu ego de niño rico al ver que puedes pagar la cifra que te diga?

- Sí.

- 150 millones de euros por un completo, más un viaje a New York incluyendo el hotel de cinco estrellas y la estancia de tres noches y cuatro días.

- Desmelénate un poco, mujer. ¡Eso no es nada!

- Tienes que llevarme a los mejores espectáculos de la ciudad.

- ¿Algo más?

- Quiero conocer el cast de Marvel.

- Vale. Ahí me has pillado, -sonríe- aunque si se diera la remota posibilidad de que los conozcamos, yo te abandonaría enseguida para casarme con Lizzy Olsen.

- La Olsen es mía.

- No lo creo.

- Oh míranos. Acabamos de conocernos y ya tenemos una pelea por una mujer. Ya somos como la mitad de la pareja estándar.

- ¿Y por qué discuten la otra mitad?

- Por los perros.

- ¿Y los niños?

- Los niños no son importantes, terminan marchándose a la universidad o se van con una prostituta a Indonesia.

- Joder, eres una extremista.

- Conmigo solo hay dos formas.

- ¿Qué dos formas tengo ahora contigo?

- Amarme u odiarme.

Decidiste amarme.

El arte de escribirte una odaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora