Día de Brujas

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Era un día hermoso, había un clima genial, ideal para jugar básquetbol en la cancha frente a mi casa.
Sólo fui a desayunar y me fui a jugar, pasé al menos 5 horas allí, estaba demasiado feliz, pero ya estaba agotada.
Entré a la casa y me puse a ver televisión, mi hermano llegaba del trabajo, se sentó y vimos televisión juntos, aunque en realidad fue bastante complicado, ya que no quería ver mi programa y yo no quería ver el de él.
Así que comenzamos a discutir y mejor me fui a mi cuarto.

Me puse frente a mi escritorio y comencé a dibujar, cuando vi que en la marquesina, justo fuera de mi ventana, alguien pasó, sólo que no había nadie, solamente estábamos mi hermano y yo, y él estaba viendo la televisión.
No quise darle importancia, y seguí dibujando.
Pasaron quizás 15 minutos, trataba de sacar de la cabeza aquella sombra que había visto, pero no podía, así que me asomé a la ventana de nuevo, muchas personas estaban llegando a la cancha que estaba frente a mi casa, la mayoría eran mujeres que traían vestidos negros. Sinceramente era muy curiosa y me quedé viendo un rato, parecían estar pintando cosas en el piso y se movían de un lado a otro.
Sentí esa clase de vibra rara que te hace ya no querer mirar.
Así que decidí dejar lo que estaba haciendo y fui a darme una ducha.

Cuando regresé, mi hermano ya no estaba, quizás había ido con su novia o se había ido a acostar, ni idea.
El punto es que fui a cambiarme y mi madre ya estaba allí.
Me asustó, pues no la esperaba, y me dijo "hola" con una sonrisa.
Yo correspondí al saludo y le pregunté que hacía en mi habitación, a lo que ella respondió: vine a dejarte un vestido, es muy bonito, exacto para una ocasión especial, ¿no te parece?.

Era un vestido bastante bonito, era totalmente blanco, tenía flores y a lado, había unas sandalias del mismo color, sólo que estas tenían detalles de colores, sutiles, pero bonitos.
Los miré y ciertamente estaba confundida, ella hasta un día antes no me había mencionado ninguna ocasión especial, así que pregunté «¿qué ocasión especial?», ella respondió «ya verás mi niña», por ahora, sólo cámbiate y ponte muy linda.
Salió de la habitación y me dejó la ropa que me había traído.

Me cambié y me fui a la sala, prendí la televisión esperando a mi madre, parecía que había salido.
Entonces de repente entró y dijo, es hora mi niña, debemos ir.

En serio me sentía tan confundida, pero dije, está bien.
Salimos de la casa y todas las personas de la cancha nos estaban mirando, lo cual me dejó verdaderamente espantada.
Todas las mujeres comenzaron acercarse y decirme que no tuviera miedo, que la sorpresa me iba a encantar y sería un increíble regalo.

Entonces, comencé a escuchar ruidos extraños que provenían del centro de la cancha, nos comenzamos a acercar y vi una especie de fogata que aún no estaba encendida.
Se reunieron en un gran círculo, para esto, mi madre no se apartaba de mi lado, siempre estaba tocando mis hombros con una enorme sonrisa.

Una mujer se acercó y me dijo, mira, hice esta corona para tí, la cual era de madera enredada y me la puso en la cabeza antes de que pudiera decir algo.

Mientras que del otro lado una mujer que parecía ser "la líder" comenzó a hablar.

«Hoy se marca un comienzo, que el alma pura se mantenga así, y el alma que haya sucumbido no avance por el mal camino».

Apuntó a mi dirección, donde otra mujer llevó una antorcha, la cual me dio y me dijo que fuera hacia la fogata, cuando me acerqué, escuché tenues quejidos, entre más me acercaba, estos eran más fuertes hasta estar enfrente y ver que había una persona allí, amarrada y sangrando, era mi hermano.

Yo me asusté diciendo: es mi hermano, mamá, ¿por qué está el allí?, diles qué lo suelten, él no ha hecho nada.
Diles.

Mi mamá sólo estaba sonriendo mientras lo miraba, dejó de responder, y la mujer líder dijo: tú eres quien debe iniciar el fuego, aquel que purificará el mundo, sólo lanza la antorcha, y todo dará comienzo, te aseguro que todo estará mejor.

En ese momento, le quitaron la mordaza de la boca a mi hermano, y él comenzó a suplicar, estaba asustado, me pedía que lo ayudara, lo miraba y de un momento a otro, solamente lancé la antorcha a él.
Comenzó a arder la fogata.
Todas estaban verdaderamente felices, la corona que me había puesto una de ellas, me comenzó a cortar, pero no dolía, solamente sangraba, pero sin ningún dolor.

Mientras se escuchaban los gritos de mi hermano, las mujeres reían y bailaban al rededor cantando una canción, mi madre me tomó y comenzamos a bailar también al rededor hasta que la fogata se apagó.
Cuando ya no quedó ni un poco de fuego, todas las mujeres comenzaron a irse, y cuando ya no quedó nadie, solamente me dijo, vamos a dormir, ya es algo tarde.

Entramos a la casa y yo me fui a acostar, me sentía demasiado tranquila, no sentía dolor, ni ira, sólo sentía que tenía sueño, así que ni siquiera me cambié de ropa y fui a dormir.

Relatos de una mente violentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora