Capítulo XVII

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Son las siete y treinta y dos de la noche

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Son las siete y treinta y dos de la noche. Estamos en Leicaster Station para subir al Paddington Trains Forst y descender en King Cross Pancrias St.

En todo el viaje he tenido la chaqueta de Hugo encima de mi suéter. 

Sé que en algún momento tengo que decirle sobre las quemaduras, y lo que paso ese día en el cementerio.

Realmente quiero evitar que se preocupe más por mi de lo que ya lo hace. 

Faltaba poco para allegar a Londres, si mucho una hora y media. Los ojos se me entrecierran como un síntoma de agotamiento, la falta de sensibilidad en mis brazos y movimientos vastos, revelan mi estado actual. 

Luego de la pesadilla, y el hecho de ver otra vez a la mujer... Solo me dice que mi miedo era acertado. Nos están vigilando. 

Le conté todo lo que paso en el sueño a Hugo, y ambos compartimos ánimos en lo que respecta pensar para poder precaver cualquier situación que se nos presente. Estamos sentados juntos, agarrados de las manos; mi ojos tratan de darle atención a lo único que tengo en frente mio: el asiento vacío; Hugo lanza una mirada a fuera, contemplando el áspero paisaje para disimular que sus pensamientos lo están volviendo loco como a mi. 

—¿Ahora que haremos con la llave? Saben que la tenemos con nosotros. —Dirige su interés en mi. Tuerce la boca, curvando un poco la comisura izquierda para luego bufar con cansancio. 

—No sé que haremos, pero lo antes posible hay que buscar alguna manera para llevarles ventaja. Trataremos de buscar en las bibliotecas o en algún lado, pero veras que todo va a estar bien. 

Asiento pensativa, tratando de esquivar los pensamientos donde solo agravan mi angustia ante un escenario donde no pueda hacer nada; refuerzo mi agarre a su mano con la necesidad de poder sentirlo, distraerme de esa estúpida perturbación que yo misma me causo. Mis ojos confiesan como me siento en realidad, el pequeño hilo que causa una imagen borrosa a mis ojos baja con apaciguad por  mis mejillas. 

—¿Crees que hicimos lo correcto al dejar a la señora Weber, a tu familia solos?— El temor  traspasan mi cuerpo hasta la superficie, alertando a todos mi sentidos sin percibir peligro.— Temo que... que llegue a pasar algo, Hugo.

Sus manos se posan en mis mejillas, interrumpiéndome con sorpresa.  

—Ey, ey. No pienses eso, ratoncita —Su pulgar hacia dulces caricias que apenas se siente  mientras me habla— Ellos están bien, mis padres están en casa pendiente de la pequeña o pequeño que dentro de unos meses llegará; Weber esta en la ciudad descansando con los canarios. Todos están bien y nada malo pasará, ¿De acuerdo?

—¿Pero y si-... 

—Nada malo va a ocurrir, ellos se encuentran bien. Eso es los que esos mal nacidos quieren que hagamos. Preocuparnos cuando nada malo ha pasado. 

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⏰ Última actualización: Oct 10 ⏰

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𝐃𝐄𝐌𝐎𝐍𝐒 (EN PROCESO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora