"Señor, siento que me he alejado demasiado de tu divina enseñanza. Vacilo en cada paso que doy y las pruebas en mi camino son muy desafiantes. Soy una fiel oveja de tu rebaño que ora para que la devuelvas al camino correcto" tus oraciones son constantes y monótonas, cómo si estuvieras hecha para repetirlo una y otra vez.
Tus rodillas duelen y arden, no soportan más tu peso sobre los granos de arroz que se sienten cuales agujas contra tu piel. El dolor de la penitencia a la que te estás sometiendo no se compara al de tu corazón. Sientes que fallaste como sierva del Señor y ruegas su perdón y consuelo, un viento de vida que devuelva por el sendero en que transcurría tu tranquila vida antes de conocer al hombre cuyo nombre llevas tatuado en el pecho.
"Señor mío y Dios mío, ¿Por qué lo has puesto en mi camino? ¿No es él tu eterno rival? Yo sé que nos pruebas para medir el tamaño de nuestra fe, pero incluso esto es demasiado para una simple fiel tuya de diecinueve años" tu voz se quiebra en un hilo que termina en un sollozo, tus manos apretujan el rosario hasta sentir crujir las cuentas y recargas tu sonrojado rostro contra la madera del respaldo de la banca.
Tal como te ha sido ordenado por tu progenitora, estás en el confesionario de la pequeña capilla de la provincia. Un pequeño cuarto tras unas cortinas que encaminan al salón principal. Las paredes son frías y de colores cálidos, el poco aire que entra en sintonía con los colores. Las pinturas y estatuas religiosas te observan con ojos juzgadores pese a permanecer siempre en la misma posición desde su creación a manos humanas.
"Hermana May, es una grata sorpresa encontrarla aquí a tan temprana hora" tus oraciones y penitencias te han sido interrumpidas por la voz de un hombre que reconoces al instante.
"Padre" de inmediato limpias tu rostro con la manga blanca de la prenda con mangas largas que llevas puesta. El regordete hombre ya está de pie a tu lado extendiendo su mano, la tomas entre las tuyas y rozas apenas tus labios contra sus nudillos. A tu olfato ha llegado un aroma extraño y no familiar, un hedor igual de nauseabundo que los huevos crudos. Lo pasas por alto y regresas la mirada al celebrador, su mano ahora viaja por tu mejilla.
"He hablado con el Señor hace un momento, te vi desde que llegaste y charlé con él para sanar tu pesar de un modo menos doloroso. No tienes que arrodillarte más sobre granos de arroz y azotarte con rosarios" sus calientes y rechonchos dedos viajan a tu mentón, levantando aún más tu rostro hasta que tienes que recargar tu mano contra la madera de la banca para mantener el equilibrio. "Si vienes a mi oficina puedo mostrarte cómo hacerlo."
Sabes que de haberte hecho esa propuesta antes de dejar que el Señor del Inframundo entrara en tu mundo y te doctrinara de conocimiento y raciocinio que, pese a él llamar "básico" tu no tomabas por importante, habrías accedido sin considerar los, ahora, riesgos de los que te ha hablado Levi.
"—Tu Dios no fue traicionado porque la traición viene de quien no lo esperabas en un momento que no imaginas. Él ya sabía del trato y aún así no lo impidió. Tú no eres tan estúpida como él, presientes el peligro y pese a ello te metes de lleno."
"Lo lamento, pero aguardaré aquí un poco más. Prefiero orar con el Señor aquí presente y no en la soledad" has respondido con amabilidad. Llevas tu mano a la suya para solicitar con el gentil tacto que te sea liberado tu mentón para retomar tus oraciones.
Pero no sucede.
"¿Me estás desobedeciendo? ¿Tienes idea de quién soy? Soy un allegado del Señor y negarte a mis complacencias es considerado un pecado. ¡Tu alma está sucia y solo yo la puedo purificar!" Su voz repentinamente ha tomado volumen y cólera, el sutil agarre ahora se ha vuelto doloroso hasta provocar en tu rostro una muñeca de dolor.
Tus rodillas descansan de la pena y ahora tu espalda está contra el duro suelo. El hombre ahora está sobre ti y sus manos apresan tu cuello, el aire ya no ingresa a tu interior y tu voz tampoco sale. Su rostro está vuelto rojo de la ira, sus ojos saltones amenazan con salir de sus cuencas por la fuerza ejercida.
"¡Así tenga que tener tu cadáver lo haré! ¡Porque soy el pastor de sus ovejas y debo eliminar a las que retrasen al rebaño!" sabes que intentar quitar sus manos de tu cuello es imposible, su fuerza no se compara a la tuya. Tus rasguños tampoco ayudan en mucho, lejos de aflojar su agarre sólo provoca que se afiance más y más. Tus manos ahora viajan a su ropa, bajo la sotana porta un pequeño bolsillo al que con la yema de los dedos rebuscas hasta dar con un gancho de costura que tomas con la poca fuerza que te queda.
Sabes que, aunque creía que nadie lo sabía, suele tejer en sus ratos libres pese a que en sus sermones asegura que es una actividad destinada exclusivamente a las mujeres que sirven a sus esposos.
Agradeces haberlo encontrado y sin pensarlo, sucede.
No grita, no forcejea, sólo sientes el frío recorrer tu cuerpo y tu vista comenzar a nublarse hasta que su agarre se suelta por completo y ahora es todo su peso el que te aprisiona.
Tomas un par de segundos para recuperar el aliento y tener conciencia de tus actos.
Eres consciente de lo que hiciste.
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"¡Levi!" tus temblorosas piernas corren colina arriba hasta dar con la figura del nombrado. Tú respiración errática apenas y te permite llegar a sus pies.
El no tan alto se encuentra de pie tras los rosales, desde aquella alborada ha visitado puntualmente el jardín, pues desde ahí se tiene una gran vista de la provincia y del enorme campo de flores bien cuidados.
Su serenidad se ve interrumpida tras escucharte y sentir la tierra bajo sus pulcros zapatos amortiguar tu caída. Tus gimoteos lejos de preocuparlo lo guían a arrodillarse frente a ti y esperar paciente a que logres regular tu respiración y pequeños hipidos.
"Mira tu ropa, ¿Qué fue lo que hiciste?" es lo primero de señala. El perfecto atuendo posee ahora manchas en tonos marrón oscuro, tanto la camisa como el faldón gris como las medias blancas por igual con salpicaduras y ahora también de lodo.
"Yo... Yo no quería, él me iba... Yo..." tratas inútilmente de hilar las palabras pero simplemente te resulta imposible al momento. El shock aún te tiene presa y lo único que puedes hacer es aferrarte al fino traje del hombre hincado frente a ti buscando un cobijo cálido que no llega. Su frío cuerpo lejos de brindarte comfort sólo te provoca un frío violento. Uno al que decides aferrarte.
El viento de vitalidad que tanto rogabas por tener finalmente llega a ti, ondea delicado tus trenzas y hace danzar a las flores. El crujir de las hojas de los árboles te arrullan hasta pernoctar en los brazos del tan necesitado Levi.
Es cuando finalmente estás en el mundo de los sueños que decide suavemente acariciar tu mejilla sonrojada y salpicada de sangre.
"Oh May, ahora sabes que no es por influencia nuestra los errores que cometen. Ni siquiera necesitan un incentivo nuestro para pecar. Los hombres nacen con el pecado en las venas y no hay poder en los cielos que lo cambie. Ni siquiera el tuyo, Erwin."
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Él no puede amar [Levi Ackerman]
ФанфикHistoria dedicada a la persona más especial, mi bestie 💕 porque mereces sólo lo mejor. Él no puede amar, y es algo que tienes que tener en claridad desde antes de siquiera comenzar. Los hombres condenados al reino de la oscuridad son privados de to...