"No tomarás el nombre de Dios en vano"

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La verde pradera en su extenso territorio recubre la fértil tierra que te vio nacer y crecer, siendo adornada por un arcoíris de pétalos florales y los insectos que disfrutan de ellos. El lodo en tus botas y la tierra en tus manos adornan ese aniñado ser tuyo, el perro a tu costado te brinda seguridad pese a estar en el enorme jardín de la colina tras tu hogar.

"Señor, te agradezco tanto por esta época de llovizna para embellecer estas creaciones tuyas" en silencio, hablabas con el Creador. Te colocaste casi de rodillas recordando los raspones del día anterior. Los miraste con pena, pues marcaste el cuerpo que te fue concedido por el Señor y al ser su templo debes cuidarlo y preservarlo con cuidado y amor.

Oraste un par de segundos antes de retomar tus actividades: limpiar las flores de cualquier plaga o planta que les estuviera robando vitalidad.

"Son muy bellas, la gente del pueblo no se equivoca al llamarte 'la florista del Señor' " una frívola voz no tan desconocida ha resonado en el silencio del lugar. Giraste el rostro para encontrarte con el inexpresivo rostro del hombre que observaste durante la santa misa y tras el incidente que tuviste.

"Buen día, señor" has hablado, porque aunque el extraño no haya tenido la decencia de saludar, tú sí.

Se han mantenido los dos mirándose un par de segundos antes de que algo en tus adentros te hiciera volver a sentir esos revoloteos en tu estómago.

"Tienes un gran compañero y guardián, May. ¿Puedo saber su nombre?" es en ese momento en que el desconcierto en tu aumenta con creces. Conoce tu nombre y el can que te acompaña no te alertó de su presencia.

El animal está de pie sólo mirándolo fijamente, no ladra ni se le acerca, mantiene una distancia prudente ante el desconocido.

"Jack, se llama Jack, señor" al mencionar su nombre, el nombrado camina en dirección tuya hasta ponerse tras de ti, su mirada continúa sobre el hombre de pie y es cuando da un paso que comienza a gruñir. Eso activa un poco tus alertas pero igual acaricias su lomo para tranquilizarlo.

"Debes amar la vida tanto como para esmerarte en preservar la de estas pobres" su vista sigue en las dalias amarillas, las cuales acaricia con su enguantada mano.

"Es mi manera de agradecerle al Señor por todo lo que me ha dado" has contestado, retomando tu actividad con las dalias naranjas.

"¿Hablas de esta tierra por la que tu padre luchó por conservar, tu madre levantó y tú adornas? Nadie les dio nada, todo lo que tienen no necesitó de una obra divina" exclamó con frialdad, arrancando un botón de dalia. Al escucharlo no evitaste ponerte deprisa de pie y mirarlo ahora con molestia.

"Señor, si hay algo que no le pienso consentir es que se refiera así de Dios. ¿No teme de su poder? Además, acaba de arrancar una flor que todavía ni siquiera nacía. Ahora se marchitará"

El perro —que había permanecido sentado a tu lado desde su llamado— ahora permanece de pie, emitiendo gruñidos al no tan alto. Ya le has pasado por alto el que te llamará 'mocosa' pero no una falta tan grave como lo es irrespetar a Dios.

Sus rojizos labios esbozaron una sonrisa que, a diferencia de su oscura apariencia y vestimenta, denota calidez. Lo observas retirarse el guante y tomar con su desnuda y pálida mano el botón que, en segundos, crece hasta convertirse en una preciosa dalia de color negro con destellos blancos.

Aquello te deja más que asombrada, no fue el hacer crecer una flor y colorearla a su manera, sino el hecho de haber creado vida a partir de algo tan pequeño y con la esperanza de vida contada.

"Señor... ¿Eres tú...? Sabía que esta era una prueba tuya, lo supe desde ayer" hablaste con alegría, hincándote ante el hombre frente a ti, juntaste tus manos y a punto de comenzar a orar lo escuchaste chasquear su lengua con un deje de molestia en el aire. Levantaste tu mirada y el desconocido se acercó hasta agacharse a tu altura. Sin dudarlo toma con la mano aún cubierta por la piel del guante tu mentón y logra su cometido, tener toda tu atención.

Su expresión ahora cambió, es oscura y sus ojos son completamente negros, no existe brillo alguno en ellos. Jack que estaba a segundos de lanzarse sobre el extraño, cruza miradas un segundo con él y comienza a llorar para correr despavorido por el campo.

"May, May, May... Creí haberte dejado en claro que yo soy yo lo contrario en todo lo que tú crees. Yo no soy Dios. Él concede y quita vida, yo en cambio..." Sus palabras se detienen para mostrarte como la bella flor ahora se marchita en su mano y antes de hacerse polvo, se incinera.

Las llamas se tornan de un tono azul que incluso consideraste precioso, es el azul que leíste en el libro de tu padre sobre sus viajes al extranjero y sobre el inmenso mar que tanto sueñas con visitar.

"Soy todo aquello que tu religión y Dios aborrecen, lo que los mundanos como tú evitan y aquello con lo que pecadores duermen" tu expresión al escucharlo denota terror y pánico, uno tan poderoso que consume tus fuerzas y alimenta tu debilidad.

Siempre te fue recordado y advertido de la venida del maligno, es pintado por los artistas y descrito en la santa Biblia como un ser horroroso y de temer, uno con cuernos y de rojiza apariencia que te seduciría a los actos más impuros e inmorales con tal de satisfacer su hambre. Pero el que tienes de frente es humano, su presencia es imponente pero no algo que denote superioridad.

Y entre tantas preguntas que pudiste haber hecho, has optado por las más sencilla.

"¿Cómo te llamas?"

"Muchos me llaman el oscuro, rey del inframundo, Señor de las tinieblas. Pero para ti soy Ackerman, Levi Ackerman, pequeña May" es en el momento en que procesas su respuesta que sientes como su mano se posa directo en tu pecho, justo a la altura de tu corazón. Siendo ese breve instante en que un ardor inmenso quema esa zona y te desgarra.

Resistes pese a sentir las lágrimas de dolor hasta que ya no puedes más y tu angelical voz da paso a un desgarrador grito bañado en la más profunda de las dolamias, llamando la atención de los residentes de tu hogar, cuyas luces se encienden anticipando su pronta llegada.

"Seguiré frecuentando el jardín de la florista y corista del Señor, ansío verte una vez más" y tras lo dicho, te suelta y se levanta, camina entre la neblina de la mañana y los rosales hasta perderse y no aparecer nuevamente, sus silenciosos y sordos pasos ahora son un murmullo más de los grillos e insectos del rededor.

Escuchas los gritos desesperados de tus padres y vecinos que se alertaron y corrieron colina arriba. Varios perros incluso ladran deprisa.

Frente a ti una lámpara de aceite rota aparece junto a un arañazo y marca de quemadura en tu brazo, y pese a la extrañez de aquello y su ausencia de dolor, revisas bajo el blusón caramelo donde el inmensurable dolor apareció primero.

'Levi' se lee, la marca está incluso cicatrizada, tatuada con la misma carne de tu piel.

"¡May!" Finalmente llegan tus padres y vecinos, deprisa sueltas tu blusón para abrazarla, cuyo calor contrarresta la ausencia en el cuerpo del, ya no tan desconocido, Levi.

Ambos adultos revisan superficialmente tu cuerpo hasta dar con las heridas en tu brazo mientras el resto de acompañantes dan un vistazo a los alrededores, encontrándose únicamente con los primeros rayos de sol haciendo aparición sobre el horizonte e iluminando la colina.

"May, prométeme que no vendrás en la penumbra nunca más. Júralo en nombre de Dios" ha pedido con desespero tu madre.

En tu cabeza sólo resuena la grave y seductora voz de Levi avisando sobre sus futuras visitas al campo, y pese a las advertencias del can Jack que huyó despavorido de él, de la dolorosa marca en tu pecho y advertencia de su peligrosidad has decidido tomar el primer camino errado de tu vida.






















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"Lo juro por Dios"

Él no puede amar [Levi Ackerman]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora