Hacía años que Saku no le tenía miedo a la oscuridad. Incluso la oscuridad en este pasillo más oscuro donde esquivó la esquina de la escalera. Cuando era niña, siempre había contenido la respiración cuando llegaba a su fin, imaginando horrores nocturnos sin nombre esperando a la vuelta de la esquina. El momento de la verdad siempre había llegado cuando tenía que deslizar la mano por la esquina hasta el interruptor de la luz. Tenía que apretarlo rápido o algo horrible la atraparía. En su mente de niña había sido tan cierto como el hecho de que las grietas en el pavimento debían evitarse a toda costa. El encendido de la luz había sido la señal que enviaría a los monstruos con manos espantosas con garras y cadenas rechinantes a la tierra de nadie hasta la próxima vez.
Fuera lo que fuese lo que la había despertado, la había levantado y llegado a este rincón sin encender la pálida luz del vestíbulo. Se quedó allí, casi tan reacia como cuando era niña a poner la mano alrededor del borde de la pared para encender la luz de la escalera. No fue nada. Ella escuchó. Sólo el murmullo y el estruendo del océano que finalmente la había hipnotizado hasta dejarla medio dormida en esta tercera noche. Nada. Las escaleras crujieron. Eso no significó nada. La casa de vacaciones había caído en un pintoresco deterioro. Casi todo crujía, gemía o necesitaba pintura. Decidió volver a la cama.
Entonces oyó el diminuto tintineo del metal. Viejas imágenes de criaturas envueltas en cadenas destellaron en una mente hambrienta de sueño y Saku se congeló en la oscuridad, presa de nuevo del antiguo pánico. Su mano fue al interruptor de la luz. Tanteando, encontró el plástico frío en la oscuridad. Sintió un hormigueo en la nuca y contuvo la respiración para escuchar. Había algo, algo...
Algo tibio apretó sus dedos.
—Ssssh—
El sonido le puso los pelos de punta en la nuca. Saku gritó, el grito que había estado listo para esto cuando tenía ocho años. De nuevo un siseo de sonido llegó cerca de ella. La cosa se cerró sobre ella, prácticamente levantándola y sofocando su grito agudo. Ella peleó. Sus codos golpearon algo cálido y sólido y se oyó un gruñido. El pelaje apretado y espeso rozó su cuello desnudo y su piel se erizó. Lo que fuera que tenía sobre la boca olía a aceite y piel. Lo tiró y sus dedos tocaron varias protuberancias duras y frías que provocaron otro grito en su diafragma. Garras.
Afuera escuchó el sonido de un auto y la normalidad del mismo hizo que sus luchas fueran más salvajes. Lanzó su cuerpo hacia un lado y casi se soltó, pero fue atrapada por detrás.
—Por el amor de Dios, Temari, cállate. Soy yo— una voz siseó en su oído y el sonido humano la detuvo por un momento. Luego hubo sonidos de personas afuera. Más voces flotaron hasta Saku como algo salido de un sueño. Eso fue todo, un sueño. Ella estaba dormida.
—No puedes hablar en serio. No lo verían ni muerto en un lugar como este.
—Me pareció verlo girar en esta dirección...
—Vamos, el lugar es una choza, casi se cae.
—Sí, supongo que tienes razón. Se dirigirá a uno de los lugares de gran altura más arriba en la costa, ¡diablos! Sera como encontrar una aguja en un pajar...— Las voces se apagaron.
Un sueño, insistió Saku. Debe ser Finalmente pudo dormir después de noches de vigilia y esto fue lo que obtuvo. Pero la calidez cercana del hombre parecía bastante real, al igual que la mano sobre su boca. Saku comenzó a luchar de nuevo.
—Querida, cállate —susurró y la mantuvo amordazada hasta que las puertas del auto se cerraron de golpe. Un profundo suspiro salió del hombre. Su calidez pasó por la oreja de Saku. El coche se alejó rugiendo de nuevo por la carretera sin asfaltar y cuando la mano se deslizó de su boca, Saku aulló.
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Aquella Noche de Abril
RomanceEsta es una historia adaptada de un libro con el mismo nombre en español. Cabe mencionar que es mi libro favorito y el que me inspiro a escribir locuras y si lo conocen o lo tienen en físico me encantaría saberlo. Espero que también les guste. Sí...