𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 00

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Yamaguchi, estira sus brazos, mientras trata de despabilar de su reciente despertar, ahoga un bostezo y se sienta de sentón sobre su cama, con sus ojos aún adormilados. Su cabello revuelto y rastros de los diseños de la almohada en la que durmió aferrando la noche anterior se quedan en su mejilla izquierda. A pesar de todo el esfuerzo por levantarse, en cuanto puso un pie fuera de la cama, volvió a cobijarse con el cubre por el frío, prometiendo levantarse cuando sonara su cuarta alarma.

En otro punto más lejano, un rubio apaga lo que parece ser su primera alarma, con el sueño ligero solo necesita un pitido para levantarse de forma automática, se retira el antifaz negro, y lo deja cuidadosamente un su mesita de noche. Permite que su cama respire, antes de tenderla; y mira por el ventanal de su habitación, la ciudad de Tokio parece no haberse apagado completamente, ni siquiera por la noche. Toma su ropa, y le da un vistazo a su habitación pulcramente ordenada, parece ser que únicamente su cama muestra rastro de que alguien habita el lugar, da un suspiro pesado y se dirige al baño.

Yamaguchi aprieta su almohada, como si esta pudiese escaparse en cualquier momento, cada vez que la alarma de su teléfono suena. Se gira a la izquierda, para evitar la luz de la madrugada que comienza a filtrarse desde su ventana. Miyagi parece recibir amistosamente los primeros rayos del sol. El chico de cabello oliva estaría maravillado con la vista, si no fuera porque por ahora parece estar en una gran lucha con la luz del día que entra por la ventana. La cual olvido proteger con su cortina de estampado de papitas, la noche anterior.

La ducha parece dar resultado en el cuerpo tenso del rubio, ya no se impresiona de que a pesar de haber descansado correctamente, sus músculos aún parecen sentirse tensos y fatigados. Las practicas y su sobreexigencia silenciosa parecen estar haciendo estragos en su cuerpo. No se demora demasiado, a pesar de que le darían ganas de estar horas bajo el agua caliente, en cuanto sale de la ducha, se lava correctamente sus dientes, y acomoda su cabello, ha crecido, tanto como para formarse más risos de los que esperaba. Ordena un poco el poco desorden que pudo haber provocado y se coloca su ropa para correr, con esto, toma su reloj inteligente, los cascos y sale del departamento.

Un estruendo horrible se siente, esto sobresalta al pecoso; que solo habré un ojo, asustado, se relaja cuando nota que solo fue la guitarra que le presto Terushima, la cual cayó desde su cama al suelo estrepitosamente, por tanto, moverse, una vez que repasa: Terushima, guitarra, suelo, es que logra despabilar realmente, levantándose rápidamente a recogerla, pero entre el atado de nervios que se vuelve, se enreda en las sabanas y cae a lado de dicho instrumento, una vez que ve que está en perfecto estado, puede volver a respirar y quejarse libremente de tortazo que se ha pegado con el suelo. Alcanza a prometer que será más ordenado con su habitación, aunque en el fondo de su conciencia sabe que solo durara dos días antes de volver a depositar todo lo importante sobre su cama.

Tsukishima emite un pequeño chasquido, revisando sus auriculares, no han durado lo suficiente, y aunque son útiles para correr por las mañana. Extraña sus habituales auriculares grandes, que logran confortarlo de la bulliciosa gente a su alrededor. Comienza a caminar de vuelta sin mirar a un punto fijo, y aunque estén fallando, continua su camino con los cascos aún puestos. Si cualquier persona se intentaba acercar, al menos podría fingir que tiene la música muy alta, y no tener que ocupar su limitada paciencia tan temprano con otras personas. Una vez que logra llegar con éxito al departamento, verifica su muñeca, nueve y media; debe estar en la práctica en media hora, por lo que procede a sacar las cosas necesarias para un buen desayuno, deja puesto el hervidor para su té de yerbas matutino y se permite sonreír con nostalgia, era una manía adquirida de su antiguo amigo de infancia el tomarlo por las mañanas, siempre que la bebe puede escuchar a lo lejos "Tsuki, te prepare un té, servirá para sentirte refrescado y sano... Vamos, toma, toma", sacude su cabeza para alejar esos pensamientos y se dirige a su habitación para darse otra ducha y dejar ordenada su habitación.

Lleva al rededor de media hora tirando en el suelo, cambio la almohada por la guitarra, mira, atentamente, las pegatinas brillantes en su techo, muchas estrellas y una gran luna desparramadas en lo alto, se debate entre desayunar o bañarse primero. No quiere ver la hora, pero sabe que ya es tarde, en conclusión: comerá apresurado y eso lo llevara a ensuciarse inevitablemente, porque su naturaleza al comer, parece ser, ensucia lo que puedas y el resto puedes comerlo. Una vez aceptando cuál sería su final, si no come antes, se levanta calmadamente y aleja lo que más puede el celular, de su persona, si no ve la hora, el pánico será menos. Se dirige a la cocina para servirse su cereal y leche, aprovechará el desayuno para ver alguna caricatura o serie que estén pasando en el programa matutino.

Su cabeza se siente aún un poco húmeda, luego la segunda ducha, pero se siente más renovado que antes, aunque el ánimo se le va por los suelos cuando le echa un vistazo rápido a su estancia, cuando está secando la loza que ocupo. Todo se siente tan apagado de repente, últimamente todo a su alrededor parece falto de color. Trata de ignorar los pensamientos intrusivos tan temprano, y echando un último vistazo sale tranquilamente de su residencia. Tiene el tiempo suficiente para llegar a su destino, todo parece estar en perfecto orden, y aunque no entiende por qué eso lo sigue inquietando todas las mañanas, se centra en su próxima práctica, para olvidar lo demás que le aqueje, esa es su naturaleza y su mejor talento, ignorar.

Yamaguchi definitivamente está en dificultades, su teléfono no para de sonar y no lográ encontrarlo, hasta que recuerda que lo tiro entre su ya bastante aproblemada cama, corre hasta la habitación y contesta.

-Ho... Hola, ¿qué es lo que pasa?-se escucha un grito desde el otro lado, aleja un poco su oído del aparato-Si, lo sé, pero te prometo que ya voy llegando, puedo ver desde aquí que viene el autobús-la voz del interlocutor parece suavizar el tono-Si, te prometo que llego en menos de 20 minutos-se muerde la mejilla antes de seguir con su descarada mentira-¿No sientes que está muy fresco?, regresaré por una bufanda para ambos, y emprendo nuevamente camino.

Antes de poder recibir otra protesta, cuelga rápidamente, cierra los ojos pidiendo perdón al cielo, de verdad intentará madrugar mañana. Deja con agua el bol para que no se le pegue el cereal que quedo, y antes de correr a bañarse, su mirada se escapa a sus plantas, tiene bastantes; las mira y no puede evitarlo, desvía su camino al balcón para poder regar y conversar un poco con ellas. Luego de mimar a sus amigas favoritas, procede a correr para darse un baño, agradece que pesar de que es un desastre, todo está sumamente limpio, aunque con el desorden de cosas cualquiera que entrara a la casa de Yamaguchi Tadashi lo dudaría. Se lava los dientes mientras baila por la habitación alegremente; el mechón rebelde de su cabello se mueve con él, se encarga de buscar los piercings de su oreja derecha, una vez que los obtiene corre a terminar de arreglarse. Decide que ya es momento de ver realmente la hora, tal vez bajo presión trabajara más rápido, un gritito ahogado, de puro terror, se arranca desde la faringe, once cuarenta y cinco.

-Mierda, Mierda, Mierda-

Deja su cama en el estado deplorable que quedo, lava rápidamente la loza y procede a echarse una carrera al jardín, vuelve corriendo por las llaves del antejardín y su bolso, que se le quedaban. Por suerte aún tiene los patines que le regalo el enérgico Hinata, se deja una nota mental: agradecérselo cuando lo vea, se los coloca rápidamente y se echa andar lo más rápido que puede, sin importar demasiado si llega a caerse, prefiere eso a morir a manos de la persona que lo espera.

Dos personas que estuvieron unidas por tanto tiempo, después de distintos desencuentros, decisiones de vida, termina alejándose inevitablemente. Llevan rutinas tan diferentes, que pareciera imposible cruzar camino en un futuro cercano. Lo que nuestros protagonistas no saben, es que el destino es caprichoso, y ahora que no intentan volver a cruzarse es cuando ella les dice: no en mi turno, nenes.

𝔇𝔢𝔰𝔱𝔦𝔫𝔬 𝔠𝔯𝔲𝔷𝔞𝔡𝔬 - TsukkiyamaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora