9. Reencuentro

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9. Reencuentro.

31 de octubre 2000

Escucho del otro lado del teléfono desde la suite donde me estoy hospedando al hombre que desde hace más de dos años ha sido el que me ha acompañado en la nueva gestión de Sharpe Media, siendo parte de la empresa de mi padre desde mucho tiempo atrás. El que ha tomado mi puesto durante mis meses ausente y que ahora rechaza mi oferta. 

Steve... —es el único que no emplea el correspondiente tratamiento de "señor", y se lo permito—. Te agradezco que hayas pensado en mí para tomar la vicepresidencia de la próxima sucursal en Londres. Sin embargo, deberé declinar.

Pues sí. Estoy en la capital inglesa ampliando mi imperio y sólo tenía el nombre de Leonard para confiar en que ocupara ese puesto de manera satisfactoria.

No estoy acostumbrado a que no se haga mi voluntad, y eso me molesta.

—¿Puedo saber el motivo, Leonard? Creo que la paga es más que generosa y no tendrás ninguna oferta mejor.

Suspira y noto su vacilación.

Pensaba de hecho, solicitarte quedarme con menos responsabilidades. Mi esposa... —si no me equivoco, parece que está sonriendo—. Renne está embarazada. De mes y medio. Nuestro primer bebé —suelta con emoción, a lo que ruedo los ojos.

—Con más razón. Deberías pensar en proveerles todo lo que necesiten.

Lo hago, Steve. Volver a tomar el puesto de director de programación nos dará lo que más importa, por sobre el dinero —hace un silencio, como si me interesara el toque dramático—. Tiempo. Tiempo en familia. Lo entenderás el día que tengas tu propia familia.

La bilis asciende por mi garganta.

¿De qué carajos habla?

¿Familia?

Acaba de llevar mi mal humor a uno pésimo, pero no lo dejo traslucir, manteniendo mi tono acerado.

—Tendrás lo que pides, Leonard. Lo mereces —es cierto. A pesar de todo, no he perdido la capacidad de reconocer lo obvio, y es el valor de un excelente trabajador.

Pero te he enviado al correo una lista de posibles candidatos. El primero es mi mejor opción. Gilbert Murphy. Habla con él. Conócelo.

—Lo pensaré.

Termino la comunicación así, sin más.

Al parecer, deberé comprarme un penthouse aquí, porque hasta que sepa que puedo dejar la nueva sede en manos de alguien capaz, tendré que venir más seguido, a pesar de que Londres no es de mis ciudades favoritas.

***

Estoy odiando incluso más en estos momentos la puta Londres. 

El motivo que renueva mi aversión es el bombardeo constante de unos ojos celestes que me atosigan desde cada jodido cartel publicitario, mofándose de mí.

Madison Pawlak.

La modelo más cotizada del momento sostiene un frasco de Chance Chanel entre sus refinadas manos justo encima de mí, cuando bajo del coche con chofer que frena frente a un club nuevo para mí.

Dulces Pecados, dice un cartel de elegantes y luminosas letras rojas, con una boca comiendo un par de cerezas, encima de una puerta doble y una extensa masa de gente amontonada en el exterior, como hormigas ansiosas.

Me coloco el ridículo antifaz azul eléctrico que el estúpido de mi mejor amigo me envió al hotel, exigiéndome que lo usara al llegar a nuestro reencuentro. Tiro de las solapas del saco de mi esmoquin —otra jodida demanda del inglés—, e imprimo fuerza y soberbia en mi caminar hasta la entrada. Aunque es la primera vez que vengo, los dos hombres que controlan el ingreso sólo se abren ante mí, dejándome pasar.

Steve Sharpe -El Chico de Oro- (Shiroi Akuma #1.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora