13. Señora Brockbank

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13. Señora Brockbank.

15 de febrero 2004

Esta tarde me encuentro en Francia. En esta ocasión, lo que me trajo al viejo continente fue mi función como dueño de Sharpe Media, y no mi faceta secreta, por lo que me muestro sin inconveniente alguno ante todos. 

La sonrisa coqueta de la recepcionista del Mandarín Oriental de París me recibe al atravesar la entrada, hastiado por tanta cursilería decorando las calles francesas, tras otro San Valentín.

A mi alrededor los colores rosa y rojo siguen vistiendo cada rincón como si todavía fuera el puto día de los enamorados.

¡Vamos! ¡Quiten la jodida decoración romanticona!

Sí, lo sé. No pasaron siquiera veinticuatro horas, ¡pero joder! 

Debí recordar esta fecha cuando planifiqué mi reunión con una cadena televisiva que acabo de adquirir.

Al menos, no tuve que tragarme tanta dulzura al haber arribado en la noche de ayer y sólo dormí en mi suite, para levantarme hoy y dirigirme directamente a mi cita laboral.

No pienso desperdiciar mi tiempo aquí, así que me afirmo con toda mi envergadura frente a la mesa de recepción. Visto una larga gabardina negra, que me quito y recargo sobre mi antebrazo, luciendo mi traje azul marino de corte inglés de tres piezas, que envuelve mis músculos con exclusividad, y mi corbata en un tono más oscuro. Sé que este color resalta el tono profundo de mis iris.

—Buenas tardes, monsieur Sharpe —saluda la empleada después de hacer su escrutinio sobre lo que le ofrezco visualmente.

—Señorita... —me fijo en su placa dorada que la identifica, ubicada justo sobre su busto, provocando que mi mirada se detenga más de lo que el recato establece en el valle de sus senos levemente visible al tener los primeros botones de su camisa libres, aunque al elevar mis ojos hacia la castaña, no parece incomodada para nada. De hecho, hasta eleva su pecho—. Annette. Mi asistente Andrew vendrá a retirar mis maletas en un momento. Avísele que estaré en el bar esperándole.

—¿Tan pronto nos abandona, monsieur Sharpe?

Su meloso acento francés al hablarme en inglés o su rubor al atacar sus mejillas, no esconden el efecto que tengo en la joven.

—Es lo que significa que me lleve las maletas.

No es muy lista, al parecer.

—Claro señor —el sonrojo se intensifica—. Por supuesto. ¿Todo fue de su agrado?

—No tengo quejas.

—Es una pena que no pueda quedarse más tiempo, disfrutando de las bellezas francesas. Ojalá sea en otra oportunidad.

Ronronea una promesa velada que capto enseguida.

Mis ojos acerados atraviesan la tela de su uniforme marcada por la evidente excitación de la sensual mujer. Sus atrevidos montículos suplican por atención. Atención que me planteo otorgar antes de mi retiro.

Lástima que somos interrumpidos por el gerente, que se acerca a mí con una sonrisa demasiado servicial para mi gusto.

Merci, Annette. Yo me haré cargo —la mueve a un lado—. Escuché que ya se va.

—Así es.

—Tan pronto.

—Sólo vine por negocios. No tengo nada más que hacer aquí —espeto mientras firmo mi salida cuando me entrega el papel correspondiente, cancelando mis cargos extras.

Steve Sharpe -El Chico de Oro- (Shiroi Akuma #1.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora