Ross olfateó tratando de captar el aroma del cambiante al que cazaba. Su trabajo no era nada agradable, cazar a su propia especie era lamentable, sin embargo, alguien tenía que hacerlo.
Su familia se había dedicado a esto desde siempre, además, tampoco se veía haciendo otra cosa. Alguien tenía que hacerlo, aquellos cambia-formas que perdían la cabeza debían ser reformados o eliminados.
Ross prefería cazarlos vivos y luego enviarlos al reformatorio, pero los que habían perdido a sus compañeros eran un caso perdido.
Ross cerró los ojos y olfateó nuevamente tratando de concentrarse en su olor, el viento que meció la copa de los arboles también lo alejaba de su pista.
El cambiante se tiró del árbol más cercano a él y se abalanzó con un cuchillo. Ross esquivó el golpe mortal, los cuchillos de plata hacían demasiado daño, si lograban asestarle un golpe letal su capacidad de curación sería nula.
El cambia-formas se veía realmente mal, según los informes su compañera falleció bajo las garras de uno de sus compañeros de banda, el lobo frente a él ya estaba conpletamente loco y por eso había matado a casi todos los integrantes de su grupo, desgraciadamente eso incluía a varios humanos durante su camino.
Ross no lo culpaba. Por esto se negaba a tener un compañero.
El lobo enseñó los colmillos, sus ojos dorados se veían escalofriantes, tenía ese tipo de mirada de que le importa poco el resultado de la pelea.
Se veía perdido y desequilibrado.
Ross tomó el cuchillo de su muslo y lo colocó frente a él, el enemigo intentó cortarlo nuevamente, pero logró tumbarle el cuchillo y darle una patada en el medio del pecho.
El cambia-formas se quedó bocarriba sobre la tierra, Ross se acercó y encajó el cuchillo librándolo de su sufrimiento. Tomó su cuchillo de vuelta y lo limpió en la ropa del cambiante, luego miró hacia arriba y su molestia se hizo incluso mayor.
—Si estabas ahí pudiste haberme ayudado —Mills se encogió de hombros con una sonrisa, sus ojos azules contrastaban con las betas de su cabello oscuro.
Era un hombre realmente… Ross sacudió la cabeza, no podía seguir pensando de esa forma o terminaría innegablemente donde no quería.
—Lo tenías bien controlado, siempre logras salir tu solo de los problemas, no me necesitas, ¿verdad?
—Sí, es cierto, no es que ayudaras en estos últimos meses.
Los ojos azules de Mills cambiaron al dorado de su dragón.
—Te he sacado de muchos problemas, cachorro.
—Con esa aura intimidante no me sorprende que nadie quiera acercarse a mí.
—Mmm… ¿Y quién quieres que se acerque? —preguntó Mills casualmente, Ross torció los ojos.
—Sólo déjame en paz —gruñó caminando de vuelta.
Mills se tiró del árbol y comenzó a caminar detrás de él, lo cual era realmente molesto.
—¿Por qué me sigues?
—Estoy cuidándote, una vez en tu territorio te dejaré en paz —Ross se giró y lo fulminó con la mirada.
—Nunca me dejas en paz realmente.
—Eres mi compañero —Ross gruñó, sin poder evitarlo sus ojos salieron a la superficie, los colmillos se alargaron.
—Ya lo sé, no puedo olvidarlo ni por un solo segundo.
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Predestinados VI : Lazos de fuego
Werewolf¿Razones para no querer un compañero? Todas las que podían existir!!! Eran problemáticos por lo que no querer uno era bastante razonable, mucho más si tu compañero había resultado ser de una especie completamente distinta, un dragón no era una broma...