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Ross tuvo que desechar la idea de cubrirse los oídos apenas llegó cerca de la casa de Mills, abrió la puerta con desesperación y encontró a su familia ahí.

Ritz tenía a Malik en sus brazos y pese al aroma de su tío estaba inconsolable, todos parecían preocupados, incluso los cachorros que no tenían idea de lo que pasaba estaban frente al mueble mirando con atención.

Ross cargó a Malik, el llanto se hizo más fuerte.

—¿Qué pasa, dónde está Mills?

Milo habló con nerviosismo mientras veía de él a Ritz con Malik.

—Nos pidió que lo cuidáramos un tiempo, Malik estaba bien hasta hace unos minutos que se puso así.

Ross apretó la mandíbula y colocó a Malik en el suelo.

—¿Qué pasa con tu padre? —Malik lo ignoró y siguió llorando—, escúchame, dime qué pasa, así puedo ayudarlo.

Malik se detuvo.

—Papá está mal, puedo escucharlo llorando, tiene mucho dolor —Ross no entendía que estaba pasando, ¿por qué Mills se iría sin motivo alguno?

—¿Por qué se fue?

—Había otro dragón llorando y él…

—¡¡Maldita sea!! ¿Será cosa de los humanos? —gruñó.

—Iré a buscar a Orión, podemos traerlo de vuelta —dijo Ritz colocando una mano en su hombro, luego miró a los cachorros—. Los quiero quietos hasta que regrese, nada de molestar al tío.

Los cachorros gimieron y asintieron. Ritz desapareció.
Ross caminó hacia la puerta, pero Malik agarró su pantalón.

—Quiero ir con papá —refunfuñó, Ross se agachó y acarició su cabello hacia atrás.

—No puedes ir, podrían hacerte daño, pero traeré a tu padre de vuelta.

—¿Lo prometes? —murmuró con los ojos llorosos, su nariz estaba tan roja que lo hacía ver tierno.

—Te lo prometo.

—Gracias.

—Por nada —dijo dejando un beso en su coronilla.

Ross corrió a la mansión, Orión ya estaba ahí con su tío, su padre también, junto a sus dos primos Alfas, además de Dian y Erwan.

—¿Escuchas algo?

—No, no puedo hacerlo —Orión negó con una mueca, al parecer sólo los dragones podían escucharse entre ellos.

—Pero sabes dónde está.

—Creo que sí, no estoy muy seguro.

—¡Joder! —replicó llevando una mano a su rostro, Marcus apretó su hombro como consuelo.

—Vamos a traerlo de vuelta.

—Vale, gracias.

—Erwan, ¿qué tan lejos has ido al sur?

—¿Para abrir un portal? No a más de cincuenta kilómetros.

—Eso nos acercaría bastante. 

—Bien, vamos allá —Erwan cerró los ojos por un instante y colocó su mano en una pared cercana mientras recitaba un hechizo, la pared brilló de dorado.

Ross fue el primero en entrar, a diferencia de antes el sol estaba cubierto por una gran nube oscura, la lluvia comenzaba a caer en grandes gotas, incluso granizo, Ross esperó a que el último de sus primos cruzara y Orión miró al cielo.

Predestinados VI : Lazos de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora