veinticinco

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Hola, Samanta

Vengo de la iglesia.

Te vi ahí, vestida con tu ropa, jeans y una camiseta oscura. Estuviste toda la misa tecleando tu celular, y aguantando los regaños de tus padres.

Yo estuve todo el tiempo mirándote, y mi madre también me regañó "por estar distraído".

Estando tan cerca, no podía evitar no mirarte.

¿Pero sabes lo mejor de todo?

En un instante nuestras miradas se encontraron, y me sonreíste y agitaste tu mano, saludándome.

Si con aquella nota te has puesto de tan buen humor como para saludar a tu raro compañero de Ciencias, te prometo que te escribiré más seguido.

Adam

PD: No me molesta que no sepas que soy yo, con tal de que tú estés bien, yo lo estaré.

Hola, SamantaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora