#2: El arte de ser un guerrero

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Ese día, lo que Naoto observó fue la demostración de los golpes y las técnicas de Seishu.
Así como la vez que se encontró con Takemichi, tomó una hoja de papel del escritorio y una pluma y empezó a anotar todo lo que se le decía. Cada palabra. Letra por letra con sumo detalle.
Poco a poco, cuando su cuerpo fue mejorando, comenzó la práctica.
Había mentido a su madre con que sus heridas habían sido causadas por asaltantes que le habían robado sus cosas y que después de la escuela asistiría a un club de física, porque se le daba fatal. La realidad era que se iba a entrenar con Inupi.
Imitó sus puñetazos, sus patadas, sus giros y sus saltos. Practicó hasta que los nudillos le sangraron, y aunque al principio el rubio había estado en desacuerdo con respecto a que se esforzara demás, terminó por darle el visto bueno.
Pronto, Naoto ya estaba hasta imitando la forma en la que Inui giraba la cabeza para quitarse el cabello del rostro.

Lo fundamental en su entrenamiento habían sido las respuestas a los ataques sorpresa. Las palabras que le había dicho "Las debilidades que te hacen fuerte", eran como un lema. Se le enseñó a recibir ese tipo de ataques y luego responder con golpes más duros.

—Tu cuerpo es pequeño, pero eso te ayudará con la agilidad.

Era fácil que se moviera más rápido que alguien más grande y fuerte que él. Inui le enseñó a brincar sobre el hombro de las personas, una buena táctica para escapar.
Naoto se sentía como en un sueño. Nunca pensó que podría saber tanto, que se sentiría tan fuerte por primera vez.
Se miró las manos envueltas en vendas y sonrió.

Ahora Hina podría ser salvada.

No había mentido en que a veces le fastidiaba, pero desde que Takemichi le dijo que moriría había cambiado de opinión.

Ahora le importaba más que nada.

—¿En qué estás pensando? —le preguntó Seishu, levantando las cosas en el piso que habían utilizado.

—No es nada, es sólo que... —Llevaba casi un mes entrenando, y seguía sorprendido por la facilidad con la que había aprendido— Gracias, Inui-kun.

Le sonrió.

—Tienes un espíritu noble, apuesto a que tu hermana estará agradecida contigo.

Naoto notó como los ojos del contrario brillaban. Era como si fuese a llorar en cualquier momento, pero no por tristeza.
Se preguntó por qué cosas habría pasado. Su historia. Su vida. Si acaso era feliz.
Hubiera dicho algo más de no haber sido interrumpido por la puerta del taller, que se abrió con fuerza dejando entrar la luz del exterior.

—Así que estas eran las cosas triviales que estabas haciendo.

Reconoció esa voz.

—Koko...

El moreno entró al lugar, cerrando la puerta con todas las fuerzas que pudo reunir, provocando un sonido estrepitoso.
Con su andar vigoroso y un rostro enojado, Koko se fue contra Seishu, que lo miró firme.
Naoto no supo ni a dónde mirar.

—Escuchame —le rogó Inupi, intentando que el contrario no le lanzara un puñetazo.

—¿Ah? ¿Vas a explicarme porque has estado con esta pequeña mierdecilla? —su voz era tan áspera que dolía escucharla— Te das cuenta de que pusiste en peligro los planes de los Black Dragons ¿No? ¿Cómo sabes que ese niño no es una especie de espía?

Tragó.

Claro que estaba relacionado de alguna forma con la Tokyo Manji, porque Takemichi estaba en ella, pero nunca se le había pasado por la cabeza el traicionar así al muchacho.
Ni siquiera estaba interesado en entrar a los Dragones Negros...
¿O sí?

[Hiatus] Decisiones | Tokyo RevengersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora