#5: La sangre de la victoria

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Era ocho de agosto.

Takemichi había visitado a Naoto hace un par de días para darle la mano. Un encuentro bastante extraño.
Ciertamente, Tachibana había intentado hablar con él antes de que se fuera, pero sus intentos fueron en vano porque al final se hizo el cobarde. Quería contarle sobre el hecho de que ahora formaba parte de los Black Dragons. A lo mejor Hanagaki podía darle algún consejo o contarle información valiosa sobre la función de las pandillas. Porque sí, dijo que le gustaban las pandillas, no que sabía de pandillas.
Ese día, particularmente, se sentía nervioso. Iba a pelear cara a cara con otra banda y ni siquiera sabía si su cuerpo reaccionaría en batalla. Era como si todo el entrenamiento con Inupi hubiese sido para nada.
Tenía miedo de lo que pudiera pasar ¿Y si se moría? Por eso debió pensar mejor en convertirse en policía.

Entró al baño y se mojó el rostro. Ahí estaba, frente al espejo. Y ciertamente fue extraño. Era como si la persona que estaba mirando no fuese él, como si su reflejo se tratara de otra persona.
Empezó a sentirlo cuando regresó a casa después de la reunión de los Black Dragons. Se miró las manos, limpias y mojadas. ¿De verdad sería capaz de golpear a alguien? Se recordó que él quería estar ahí, entonces debía aguantarse.
Salió del baño y entró a su habitación, para tomar su uniforme blanco y ponérselo y salir de casa. Se supone que debía ir a la escuela, pero una falta no hace daño a nadie ¿Verdad?
Tenía que encontrarse con los muchachos de nuevo en la bodega y ellos serían sus guías para llevarlos hasta el punto del encuentro.

A penas había cruzando las primeras dos cuadras cuando se le doblaron las piernas y cayó al suelo. No sabía que le sucedía. Era, quizá, como si su cuerpo estuviese intentando evitar que fuera al enfrentamiento, que se metiera en problemas, y es que en el interior sabía que era una mala idea. Realmente ya no estaba seguro si lo hacía verdaderamente por su hermana o por él mismo. Un poco de egoísmo era bueno cuando tenía control y límites, ¿pero realmente los tenía justo ahora? ¿Realmente era conciente?
Se levantó del suelo, sacudiéndose la tierra de las rodillas y emprendió su camino, aferrando sus manos a las paredes por si volvía a caer.
Había algo dentro de su cabeza que le susurraba «Te vas a meter en problemas, y cuando lo hagas, habrás tocado el fondo del infierno»

Tenía miedo.

Sintió sus piernas rígidas aún cuando intentó caminar más deprisa. Tenía las yemas de los dedos blancas, por la fuerza que estaba emprendiendo en sujetarse. Tubos, palos, paredes mal pintadas, probablemente terminaría con las manos destrozadas. Y se preguntaba el porqué de sus pensamientos. ¿Qué era ese infierno al que decía estar sometiéndose? ¿Es que acaso era una señal de peligro que debía atender? ¿O debía ignorar por completo sus pensamientos? Iba a terminar explotando si seguía analizándolo, pero era inevitable.
Se detuvo en seco, cayendo de rodillas al suelo justo frente al paso peatonal. El semáforo estaba en rojo, pero no pudo dar ni un paso.

«Habrás tocado el fondo del infierno»

Y de repente su cuerpo temblaba, estaba llorando a mares sobre la acera y no podía moverse. Había un par de personas alrededor, puesto que eran casi las ocho de la mañana. Nadie le miró, era invisible en ese momento.
El semáforo cambió a verde. Los autos comenzaron a pasar y Naoto, con la mirada perdida, se desplomó hacia atrás.
Parecería una convulsión, pero no sé movía, sólo estaba ahí, llorando sin parar y sin hacerlo a propósito.
Primero había escuchado las voces de Koko e Inupi cuando los conoció, indicando que dentro de sí quería conocerles. Había aceptado la invitación a unirse a la pandilla porque era su deseo y ahora... Ahora ¿por qué no podía ir? ¿Le aterraba tanto pelear o es que sabía que todo iba a desmoronarse?

Era una brecha en su corazón, que se había comenzado a abrir cuando fue encontrado por los Black Dragons la vez que buscaba recuperar su mochila. Lentamente, se hacía más y más grande, y dolía mucho. No iba a comprenderlo ahora, pero lo haría pronto. El descenso al infierno es fácil, lo difícil es salir de ahí completamente ileso.
Y es que todavía no conocía su verdadero sufrimiento, todavía no se había encontrado con el verdadero dolor.
Su verdadera naturaleza, aquella tan cruel y despiadada que no sería liberada por algo sino por alguien.

[Hiatus] Decisiones | Tokyo RevengersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora