Capítulo 4

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En cuestión de horas Ginny Weasley se había convertido en una paria social, corriendo como la pólvora sus inútiles y algunos declararon patéticos intentos de ganarse el afecto de Harry. Los alumnos que sentían gran admiración por su instructor de vuelo favorito, expresaron su disgusto a la bruja pelirroja, advirtiéndole que se alejara de él, los amigos que tenía se fueron distanciando poco a poco, gravitando hacia los que se conformaban con seguir su vida cotidiana sin el drama añadido. Molly seguía haciendo ruido por la expulsión de Ginny del equipo de Quidditch, gritando a Minerva y a Severus que era injusto y que el castigo normal no debería ser más que suficiente.

Horace Slughorn estaba de pie al frente del aula esperando mientras los alumnos mayores entraban en el aula de pociones y tomaban asiento. En el banco de trabajo, frente a él, había un caldero negro que contenía una poción que hasta la fecha sólo había podido perfeccionar un alumno, que ahora era el instructor de vuelo de Hogwarts.

Bien, señoras y señores, hoy vamos a preparar la Poción de Muerte en Vida, como muchos de ustedes saben, sólo una persona ha sido capaz de crear esta poción sin problemas, se dividirán en parejas y comenzarán, los ingredientes están en sus libros de pociones-, explicó Horace.

Todos se buscaron una pareja, excepto Ginny, al final Zacharias Smith se ofreció amablemente a ser su compañero de clase. Ginny le dedicó una apretada sonrisa y se puso a preparar los ingredientes. El Hufflepuff se divertía mucho trabajando junto a la bonita pelirroja. Intentó entablar con ella una conversación casual ciñéndose a la tarea que tenía entre manos para tratar temas, ella no se mostró tan comunicativa, tal vez por todas las broncas que había recibido últimamente, Zacharias había escuchado a uno de sus amigos sobre las travesuras de Ginny, aunque internamente pensaba que estaba yendo un poco lejos, decidió guardarse esa opinión en particular.

La mente de Ginny divagaba mientras Horace parloteaba en la parte delantera del aula, y los demás de la clase hablaban alegremente entre ellos. En ese momento estaba tratando de idear otra manera de ganarse el corazón de Harry; puede que haya perdido la batalla, pero estaba más que dispuesta a librar la guerra. Echando un vistazo a su libro de pociones, se le ocurrió una idea, tal vez una forma de hacer que todos, incluido Harry, vieran por fin que estaban hechos el uno para el otro. La poción que estaban preparando le había dado la idea, eso y su padre. Tal vez su obsesión por los muggles tuviera algún método, después de todo.

Antes de que ella empezara a estudiar en Hogwarts, Arthur había trabajado en la oficina de Uso Indebido de Artefactos Muggles del Ministerio; él y el equipo con el que trabajaba hacían redadas nocturnas en hogares que habían adquirido artefactos muggles encantados o malditos, como teteras, teléfonos, televisores y otros. En una de esas incursiones, Arthur llegó a casa con un paquete de cuentos de hadas muggles, historias de princesas y caballeros de brillante armadura, dragones y brujas malvadas.

Arthur había intentado animar a Ginny a leerlos, pero descubrió que no le interesaban, aunque había hojeado rápidamente uno, que trataba de una reina malvada que envenenaba a su hijastra porque estaba celosa de su belleza. La princesa sólo podía ser despertada por el primer beso del amor verdadero. Era el gran gesto perfecto para conseguir a Harry. Estaba segura de que los libros se encontraban en algún lugar de la madriguera, si no podía conseguir uno en la biblioteca.

Cuando terminó la clase, se apresuró a salir de las mazmorras y subir a la torre de Gryffindor, garabateando una carta para su madre, corrió a la lechucería y envió a una de las lechuzas del colegio con la carta. Por suerte era el descanso de la mañana y no llegaría tarde a ninguna clase. No quería correr el riesgo de que le añadieran más castigos a los que ya tenía.

Molly se sentaba a tomar una taza de té caliente y el Diario el Profeta cuando una lechuza golpeó la ventana de la cocina, se acercó y descorrió el pestillo para dejar entrar al pájaro, que extendió la pata y esperó pacientemente mientras Molly sacaba la carta y le daba una golosina, el pájaro ululó en señal de agradecimiento y salió volando por la ventana abierta. De vuelta a la mesa Molly desdobló la carta, observando que era de Ginny, su hija le preguntaba si los cuentos muggles que su padre había guardado de una de sus incursiones aún existían, un muggle de nacimiento estaba interesado en ellos y Ginny se había ofrecido a prestarles los ejemplares que tenía.

THE FLAW IN HER PLANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora