2. strangulatio

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Iván Álvarez

Duré varios minutos en un dilema mental que debatía en si debería ir a aquella habitación o no, y es que aunque nunca había pensado en hacerlo, ahora se había vuelto una pequeña necesidad dolosa. Sentía que para poder curar la herida debía abrirla un poco más.

Me levanté de la cama y caminé con pasos nerviosos hasta allí. Estaba estático frente a la puerta de su habitación, era de madera, estaba pintada a modo de que pareciera antigua y tenía algunas pinturas hechas por Nerea pegadas con cinta adhesiva. Recuerdo la emoción con la que me mostraba sus pinturas y juntos las colocábamos allí.

Mi respiración se agitaba poco a poco y sentía como mi pecho bailaba. Mi mirada se mantenía en la manija, pero no me sentía capaz de girarla para así abrir la puerta. Aún así, lo hice. Con tan sólo extender mi brazo al abrir la puerta un gran escalofrío se apoderó de mi y sentía cómo iba recorriendo cada parte de mi cuerpo. Cerré la puerta de la habitación y me adentré a la misma con la piel sumamente erizada y respiraciones entrecortadas.

—Vamos Iván...— me susurré a mi mismo mientras daba pasos cortos

Su habitación era un lugar precioso.
Al abrir la puerta quedó a mi vista la cama que era bastante grande vestida con unas sábanas azul turquesa y unas almohadas del mismo color. Estaba todo acomodado tal y como ella lo había dejado antes de irse a la clínica. También había un peluche en forma de oso polar que le había obsequiado su novio. Nosotros siempre nos reíamos de esa anécdota porque lo encontrábamos infantil pero tierno al mismo tiempo.

Al lado de su cama había un mueble de madera en forma circular con fotografías, tenía una con mamá, papá y yo en pijamas navideños, la habíamos pasado tan bien esa noche. La otra fotografía era con su novio, el estaba dándole un beso en su mejilla en un restaurante muy elegante y vestían muy bien, estaban muy guapos. También había un libro sobre el mueble, se llamaba Perbedaan y su portada era un poco sangrienta.

Habían varios pósters colgados en las paredes de la habitación, algunos eran sobre películas que le gustaban mucho, otros sobre de las fases de la luna y a los otros sinceramente no les hallé el significado, pero se veían muy estéticos.

La habitación se sentía tan extraña, era un lugar precioso pero plasmado de tristeza.

Miraba hacia la cama de Nerea y aún la veía ahí, con la cabeza plasmada en la almohada ya que se había trasnochado. <<Cinco minutos más, por favor>> pedía a gritos cuando mamá la despertaba.

Miraba hacia su escritorio y aún la veía ahí, afanada a sus estudios, consumiéndose en conocimiento sin importar la hora que fuese, siempre se preparaba mucho para sus exámenes. Mi chica estudiosa.

Miraba hacia el armario y aún la veía ahí, teniendo una crisis porque no se decidía por que ropa usar para salir, siempre le encontraba algo negativo a los atuendos y eso nos causaba gracia a toda la familia.

Todo se sintió tan distinto cuando miré hacia el espejo, estaba de pie viendo el reflejo de un chico bañado en un culpa. Recordé cuando comenzó a encontrarse mal de salud y yo intentaba consolarla aunque también estuviese lleno de miedo, de repente podía visualizarnos a Nerea y a mi en el espejo charlando

Di varios toques en la hermosa puerta de su habitación pero no recibía respuesta.

—¿Puedo pasar?— pregunté apenado, como cuando un cachorro regresa a ti con el rabo entre las patas, hace unas horas habíamos discutido

—Aunque diga te diga que no, vas a pasar.— respondió con una pequeña risa rodeada de tristeza

Abrí suavemente la puerta y entré a la habitación, me senté en la cama junto a ella y la abracé

Encerrados en tu duelo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora