Iván Álvarez
Nada tenía sentido. Así no era yo, yo no solía manejar mis emociones de una manera tan... tan abrupta, tan fugaz o agresiva.
Esta situación sacó otra versión de mi.
Viví por un instante una total montaña rusa de emociones, primero, en la cima del deseo de conocer cada centímetro de su piel... y luego, sentir el caer sin previo aviso en el abismo de lo desconocido.
Aunque sería raro que el abismo avisara que viene a por ti.
Tiago y yo nos habíamos besado, y eso se había sentido tan jodidamente bien, pero, Tiago había robado un arma y yo no sabía porqué. No justificaba que me volviera loco, pero en realidad creo que todo fue un estúpido mecanismo de defensa. Mi cerebro protegiéndome cuando no estaba en peligro de nada, o eso creía yo.
Estaba asustado; no era la primera experiencia que tenía con un chico que había robado un arma, y no quería revivir esa historia tan desastrosa, llena de dudas, preguntas a las que nunca les hallaré una respuesta. Me negaba a pensar que el desconocido que se paseaba por el cementerio era igual que el chico anterior. Tiago no podía ser igual, y si existía la posibilidad de que lo fuera; me negaría a ello. No quería mi presente se volviera igual a mi pasado.
<<Ahora me asustaba conocerlo, pero por alguna extraña razón, ajena a mi conocimiento, lo quería cerca.>>
Había regresado a casa, me había adentrado en silencio para que nadie me escuchase, lo último que quería era que mamá o papá me vieran así, ya tenía algunos meses preocupándolos. Aunque la casa estaba silenciosa y sólo estaba el coche de mi madre.
Caminé hacia la cocina, tomé un vaso y le serví agua fría, luego me moví a la barra que estaba un poco antes a la cocina, era de mármol y habían decoraciones de plantas falsas sobre ella, incluso había una foto de Nerea y yo, teníamos unos seis o siete años, nos estábamos abrazando fuerte y teníamos puesto el uniforme del colegio.
<<Si pudiera traerla de vuelta.>>
Suspiré triste y bebí un poco de agua, sentí el frío de la misma en mis labios secos y me los relamí pensando en él.
Puse mis brazos en la barra y enterré mi cabeza en ellos, mis ojos comenzaron a cristalizarse y sentí como una sutil lagrima recorrió mi mejilla hasta caer en la barra. En la tranquilidad de mis lágrimas un ruido me asustó, alguien me estaba llamando, deseé que fuese Tiago, pero tomé el móvil y me percaté de que era mi madre.Sentí una pequeña y fugaz decepción.
-Hola, Iván, cariño que si no estamos en casa es porque estamos cenando con los Olivera.- dijo y de fondo escuché mucho ruido, pero no evitó que la llamada fuera entendible -Te queremos mucho, volvemos un poco tarde hoy.
-Vale, mamá, yo os quiero más.- dije intentado disimular el lloro, aunque inconscientemente sorbe la nariz
-¿Estás bien, hijo?- preguntó preocupada, a mamá no se le escapaba ni un solo detalle, era una mujer muy inteligente
-Sí, es que tengo alergia, el cambio de clima, seguramente.- mentí
-Bueno, en el botiquín tenemos pastillas para las alergias, tómate una y hablamos luego.- dijo entre el ruido y cortamos la llamada
En cuanto corté la llamada tomé un poco más de agua y me fui al sofá y encendí la televisión, no buscaba nada en específico, sólo quería tener otra cosa en la cual pensar.
Apareció un programa que solía ver con Nerea y sonreí. Tenía una canción muy pegajosa que solíamos bailar juntos.
Y eso ya no volvería a pasar.
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Encerrados en tu duelo
RomanceLa muerte tiene como significado "el fin de la vida". No hay negociaciones a ello, aquel que muere no tiene manera de retornar y no importa cuántos años vivas, ni cómo los vivas, pues, en la mayoría de los casos la conclusión es una tumba o una urna...