𝕮𝖆𝖕í𝖙𝖚𝖑𝖔 𝟑

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Su corazón latía presa del pánico.

¿Cómo era posible que él lo supiera cuando ni su propio alfa y supuesto mejor amigo se había percatado de ello? La respuesta sin duda era sencilla; porque era del astuto y enigmático Peter Hale de quien estábamos hablando, y no de un simple niñato soberbio. Mientras su manada y su padre no habían sido capaces de notar el cambio sutil en su aroma, la delgadez enfermiza de su cuerpo y la desesperación muda en su mirada, el lobo con solo verlo de reojo era capaz de leerlo por completo; aun entonces era capaz de hacerlo.

Tranquilo pequeño, solo respira conmigo. Vamos, sé que puedes hacerlo. — Su voz firme y profunda supo guiarlo lejos de la asfixiante angustia, alentándole a inhalar una vez más. — Bien hecho, buen chico. — Nuevamente esas palabras hicieron arder su pecho y le dieron la confianza suficiente para atreverse a preguntar.

¿Desde cuándo lo sabes? — La respuesta en el rostro contrario lo dejó pasmado. — Siempre lo supiste. Mientras los demás corrían de un lado a otro intentando saber quién era el monstruo y qué rayos estaba pasando conmigo: tú, sin dudarlo, dijiste Nogitsune. Cuando todos estaban dispuestos a sacrificarme porque ya no había otra opción, tú apareciste con un plan maestro listo para traer mi destrozado cerebro de regreso. Dime la verdad ¿Tú planeaste esto? ¿Tú fuiste quien me hizo esto, quien me convirtió en ente monstruo? — Las lágrimas se acumularon en sus ojos secos producto de las horas que estuvo llorando.

La misma desesperación invadió la mirada de Peter cuando al intentar tomar la mano de Stiles este lo apartó bruscamente y comenzó a temblar.

Pequeño... Caperuza... bebe... niño... Stiles. — Los apodos sonaban cada vez más sofocados a medida que el mencionado se negaba a mirarlo. El moreno no puedo soportarlo más al ver a su niño menear la cabeza con brusquedad con tal de huir de su voz. Rodeó la mesada hasta esta estar junto a él. — Escúchame, y escúchame bien. — Dijo sosteniendo las mejillas contrarias con una suave firmeza. — Yo jamás haría algo que podría dañarte y nunca te quitaría la posibilidad de elegir. Quizás intentaría persuadirte con uno de esos planes maestros de los que tanto hablas, pero nunca me atrevería a lastimarte para obtener algo a cambio.

Sabía que no estaba mintiendo, su súper oído, su intuición de detective y una ferviente corazonada se lo confirmaron. No podía evitar sentir alivio al saber que al menos él no lo traicionaría ni lo utilizaría para su propio beneficio. Con él no debía esperar el día en que lo desecharan y lo dejaran atrás por no ser de utilidad. Ahora que había aceptado ser todo suyo no lo abandonarían jamás.

Ocultó su cara en su hombro y se acurrucó contra el lobo con tal de sentirlo más cerca y tal parece el contrario sintió la misma necesidad, pues lo tomó entre sus brazos y lo sentó en su regazo en el sofá más cercano.

Está bien, yo estoy aquí. — Repitió dulcemente Peter mientras acariciaba su espalda y apoyaba sus frentes juntas con los ojos cerrados. Se sentía tan a salvo de ese modo, que no pudo contener sus impulsos y descubrió su cuello para él. El hombre lobo no dudó un instante en refugiarse en ese pedacito de paraíso personal y olfatear ese delicioso olor a cielo que desprendía su castaño. — Hueles tan bien pequeño. — Ronroneaba el lobo mientras revoloteaba sus labios sobre la piel expuesta.

Me haces cosquillas. La risa ligera de Stiles hizo el pecho del hombre retorcerse de alivio. — Te creo. A pesar de que eres rastrero en ocasiones, te gusta ocultar información y casi siempre te niegas a participar, tú no eres un mentiroso.

Gracias, supongo.

Hablo en serio. Es como si prefirieras guardar silencio porque no eres capaz de mentir, como las hada. Ellas están condenadas a decir siempre la verdad, pero siempre encuentran la manera de no hacerlo. Ya sea con medias verdades o manipulando la conversación, ellas nunca te dirán lo que saben. — De solo imaginar lo ridículo que se vería el hombre lobo con alas de mariposa se le escapó una risa indiscreta. — ¿Dónde dejaste tus alas lobo feroz? — Él realmente podía ser un hada, no solo su naturaleza engañosa y retorcida encajaba con esos pequeños seres, sino su belleza sobrenatural y su cuerpo casi divino que en ocasiones lo hacían parecer casi irreal. Sus manos sin notarlo comenzaron a vagar por su espalda aún desnuda. En parte, como una búsqueda burlesca de sus alas perdidas, pero también como un recordatorio de que él realmente estaba allí. Repasó minuciosamente cada musculó con la punta de sus dedos como si intentara leer de ellos un mensaje invisible.

Besado por Sombras *Steter*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora